Sí amigos, reconzoco que besé la lona y apenas lo ví venir... Pocas veces he salido del cine con una sensación tan grande de no saber muy bien lo que he visto, de no ser capaz de darle una coherencia última a los estímulos audiovisuales recibidos, de salir medio aturdido de una película de arte y ensayo de 200 millones de $, para que nos entendamos. Y es que, aunque parezca increíble, hemos pasado de los argumentos de una sencillez amebiana (ay, cómo los añoro) a la demolición absoluta de la narrativa occidental: el "guión" de Iron Man 3 consta de tres grandes escenas de acción arrojadas a un mar de diálogos dadaistas, cambios de escenario sin intencionalidad evidente, personajes irrelevantes y un constante martirio de las meninges del espectador. Lo único que se mantiene constante en este carísimo ejercicio de videoarte son los chascarrillos de Tony Stark, del que nos desentendemos muy pronto, y la total y absoluta falta de ritmo narrativo: mucho hemos vapuleado al pobre John Favreau, pero sus dos películas son El padrino comparadas con este monumento a la abstracción.

En definitiva: Iron Man 3 ni entretiene, ni respeta el universo creado previamente, lo cual me parece una proeza.