Muy a mi pesar, ví esta película de forma entrecortada en ese monumento a la caspa cinematográfica llamado "Cine de Birria", y poco más he de decir salvo acariciarme la calva musitando una y otra vez "El horror...¡El horror...!". Tiene todos los elementos que le dan sabor a este cine que de debería guardarse en los Departamentos de Antropología social: Manolo Escobar haciendo de galán cantarín, una trama lisérgica, chascarrillos insondables, orgullo racial... en fin, un menú inolvidable.