Siendo franco, lo único salvable de esta película es la dirección de Pollack, siempre elegante y eficaz. La historia que se nos cuenta es una majadería que pudo tener su aquel en su momento pero que ahora es un contínuo deja vu: qué mala es la CIA, qué malo es el petroleo, etc. El problema es que el desarrollo es bastante absurdo con giros que rozan el ridículo (el personaje de Dunaway, que pone carne y poco más), y aunque el ritmo no es malo puede levantar grandes bostezos en aquellos acostumbrados al cine actual. Por lo demás, tenemos al Rubiales de Hollywood poniendo empeño en su papel, pero lejos de hacer algo memorable, y al Rubiales Sueco que tiene tanta presencia en pantalla que con solo levantar la ceja borra del mapa a cualquiera. En definitiva, cinta presuntamente clásica pero que no puede competir con otras muchas coétaneas de su género.