Atlantic es como un puente que se abre al abismo de los gafapaster. No llega a ser un ejercicio plomizo de planos interminables que no dicen nada y de gente que pulula en pantalla sin abrir la boca, pero tampoco es una película que te mantenga pegado a la butaca, la verdad. Tiene aspectos muy a destacar, como una fotografía que ya quisieran las producciones de 200 millones de $, y una premisa resultona, pero como suele pasar no se remata la faena porque esta es una película de festival, y que el diablo nos lleve si alguien se lo pasa bien en el cine. Es fácil empatizar con un marroquí de un pueblo perdido de la costa, amante del wind surf y que ve cómo la vida se le escapa de las manos, pero la forma de desarrollar una narracíón así está abierta a discusión. Atlantic opta por una atmósfera de infinita melancolía que bien pudiera derivar en hastío, por un guión de cuatro páginas estiraaaado a base de secuencias interminables, miradas al infinito con cara de "¿Quien soy? ¿Donde voy?" y océano, mucho océano. Como película de surferos, honestamente prefiero Point Break, y como película de menesterosos que suspiran por una vida mejor, hay obras con más enjundia. En definitva, portento visual del que uno no se arrepiente pero que, Dios mediante, no creo que vuelva a revisitar.