La opera prima de Gael García Bernal acaparó comentarios en la semana de la crítica en Cannes, debido al argumento que sustenta su trabajo, el cual trata de enfocar problemáticas que atañen a la juventud de clase alta y baja, la supuesta tolerancia de la que se dota la primera y el sometimiento al que se ve expuesta la segunda. Las presiones y roles se encaran con una sonrisa y supuesta generosidad al encontrarse frente a frente; es notoria la imposibilidad de aceptar el fracaso propio y el éxito ajeno de quien supuestamente es inferior. Entre amigos y desmadre se encausan esas presiones a los que son sometidos los protagonistas; es inminente ese vacío en el interior de los presentes; no hay convicción en los actos y el reto es evadir el déficit emocional. Luces, drogas, sexo y música se vuelven en fugaces escenas los elementos idóneos para evadir el entorno asfixiante e intranquilo de quienes tienen “todo”.

La línea argumental es tan valida que pudo obtener algo más que comentarios positivos y llevar a la cima a su creador a nivel de guión o dirección. Sin embargo, Bernal se estanca en la banalidad de los personajes, los estereotipa, los envuelve en la pendejada y no deja ver más de ellos. Hay un superfluo análisis del comportamiento de este sector de la sociedad, siendo excesivo para una película que trata de abordar otros temas de mayor relevancia. Por otro lado, se muestra a los habitantes de la casa encargados del cuidado y mantenimiento de la misma, de forma escueta, volviendo la interacción entre los dos grupos casi nula. Todo lo anterior es bastante apegado a la realidad, pero es aquí donde la habilidad del creativo debe entrar para narrar de lo ordinario, lo excepcional y volver lo retratado en obra.

El déficit no solamente es notorio en guión, es evidente en diseño de arte y caracterización; la casa no da la pinta de ser de alguien pudiente, así como su dueño tampoco convence caracterizado de Gael García usando ese estilo desaliñado propio del actor. Y si seguimos con estereotipo tal y como lo propone con los amigos de Cristóbal (pendejos), éste debió tener la preocupación de interpretar un auténtico tipo hijo de papi o jr. (vestimenta y actitud). Es insuficiente el léxico y tono empleado “wey, no mames cabrón, o sea deja te explico”, puede verse que es un estilo de vida. Mala interpretación.

La opera prima de Bernal no cumple con lo esperado.