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Voto de Juan Marey:
8
Drama. Comedia Antoine y Antoinette Moulin (Roger Pigaut y Claire Mafféi), una humilde pareja francesa, ha perdido un billete ganador de la lotería y con ello la oportunidad de cambiar sus vidas. Ganadora del premio al mejor filme psicológico y de amor en el Festival de cine de Cannes de 1947, el cineasta galo Jacques Becker ('La evasión') nos ofrece una alegre fábula sobre el afecto, la suerte y el azar. (FILMAFFINITY)
16 de abril de 2017
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos ocupamos hoy de una de las primeras películas dirigidas por el gran Jacques Becker, autor de obras maestras como “Montparnasse 19” (Los amantes de Montparnasse, 1958), o “Le trou” (La evasión, 1960), y una de las grandes influencias de Godard y su panda. “Antoine et Antoinette” (Se escapó la suerte, 1947) tiene su referente en el Christmas in July (Navidades en julio, 1940) dirigida por Preston Sturges, y está también muy emparentada con otra joya como “Esa pareja feliz” (1951) de Bardem y Berlanga. Su Argumento está basado parcialmente en la comedia musical “El millón”, dirigida por René Clair en 1931 y nos propone un alegre y entrañable recorrido por el Paris de la posguerra a través de una humilde pareja, que pierde un billete ganador de la lotería, y con ello, la oportunidad de prosperar y salir de su precariedad.

Una magnífico filme, revelador de la madurez que atesoraba el cine de Becker ya desde sus primeros pasos como director. A partir de la precisión de un montaje extraordinario –obra de Margueritte Renoir-, el director articula un retablo lleno de ritmo y vitalidad. Filmada a pie de calle, con un estilo naturalista, cercano y cálido, la película de Becker nos sumerge en el retrato costumbrista de un París obrero, y de unos personajes empeñados en mantenerse felices pese a la dificultad del momento.

El filme respira humanismo por todos los poros, ayudado por la gran labor de sus actores, el papel de Becker por acercarse de la forma más realista y cercana a su historia sobre el azar y los caprichos del destino, y sobre todo por aproximarse a temas ligados con la condición humana, como son el deseo de prosperar, o el deseo sexual. La película recoge momentos de amable y alegre humanidad con la aparición de ese plantel de personajes que pueblan la escalera, y las proximidades del barrio, y que se muestran tan reales como solidarios, y amables. Ese espíritu luminoso y alegre se transmite a lo largo y ancho del filme, pese a las dificultades en las que se ve envuelta la pareja con la pérdida del boleto, y cuyo destino mantiene al espectador con un nudo de amargura. Recordemos que estamos en 1947, pero la película respira modernidad, aunque los medios fueran limitados, los emplazamientos de cámara, los encuadres o la disposición de los actores son una constante pugna por contar las cosas de otra manera, por renovar el lenguaje cinematográfico, abrirse camino para que luego otros lo allanaran y pavimentaran.

Una película, divertida y humana que oscila entre ambientes duros, deprimentes y personajes que despuntan humanidad sana. La balanza se inclina hacia un horizonte esperanzador, y ese sabor alegre y dulce es con el que se arropa al espectador hasta en los últimos fotogramas de esta hermosa cinta. Cine de aroma clásico, esa clase de cine cándido, que no pasa de moda, y que reconforta y produce bienestar. Una estupenda comedia de corte neorrealista del que puede considerarse con toda justicia uno de los mejores directores franceses de todos los tiempos.
Juan Marey
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