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Voto de Juan Marey:
8
Drama Mikaël es un artista que alcanza la cima cuando comienza la decadencia de su maestro, el anciano profesor Zoret. Zoret le transmite a Mikaël el secreto de su técnica pictórica. Entonces Mikaël conoce a la Princesa Zamikoff, a la que trata de conquistar por medio de regalos, llegando incluso a robar a Zoret para pagar su carnal y lujuriosa vida con ella. Mikaël abandona a Zoret, cuya salud comienza a fallar, pero también descubre la ... [+]
10 de febrero de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe una tendencia más o menos generalizada, debido probablemente al desconocimiento, que consiste en obviar todo lo que el maestro danés hizo con anterioridad a “La pasión de Juana de Arco” (La Passion de Jeanne d'Arc, 1928). Esa omisión arbitraria, impide no ya sólo el análisis de la génesis del lenguaje dreyeriano, fundamental para comprender su posterior evolución, sino también el simple disfrute de una serie de películas de gran calidad, que parecen haber quedado sepultadas por el peso de las ulteriores obras maestras firmadas por el cineasta, una de estas películas es el film del que hoy nos ocupamos, “Michael”. Dreyer, que en 1912 había tenido ocasión de entrevistar al escritor danés Herman Bang, escogió una novela de este autor para la que sería su única realización alemana, el film contó además con prestigiosos colaboradores: el guión lo escribió Thea von Harbou, esposa de Fritz Lang y autora de “Metrópolis”; la dirección artística corrió a cargo del prestigioso arquitecto Hugo Häring en su única incursión en el cine; de la fotografía se encargó Karl Freund también en su único papel como actor hasta que tuvo que encargarse de “El último” de F.W. Murnau.

Lo primero que cabe resaltar en “MICHAEL”, es el rigor de su construcción dramática y en la composición de sus planos. Con una planificación dispuesta casi en su totalidad en planos fijos brillantemente orquestados por un admirable montaje, y ayudados por una extraordinaria y nítida fotografía en blanco y negro, Dreyer sabe dosificar casi a la perfección el entramado narrativo y descriptivo de la película, en la que tiene una gran importancia la escenografía dispuesta en todos su planos. A partir de la conjunción de dichos elementos, la capacidad en la dirección de actores, y la fuerza que adquieren los primeros planos que se insertan en la misma, el maestro danés logra desde los primeros instantes mostrar la perfecta descripción de un contexto asfixiante y decadente, al tiempo que la escueta galería humana que puebla su ficción queda definida con trazos maestros. Cada gesto o mirada tiene una significación y un aporte al conjunto del film, brindando todo ello un extraño ritmo, una cadencia que un cineasta de la categoría de Dreyer sabía ya incorporar a sus ficciones.

"MICHAEL" permite disfrutar de buena parte de las mejores cualidades esgrimidas en la andadura posterior de Dreyer, comprobar el magnetismo que brindaba un jovencísimo y sumamente atractivo Walter Slezak –dos décadas después convertido en uno de los más brillantes villanos del cine USA de la década de los cuarenta-, o la enorme capacidad interpretativa de Benjamin Christensen, más conocido no por el conjunto de su faceta como director –es muy escaso el conocimiento de su obra que se tiene-, sino por haber sido el firmante de una obra tan excelente e inclasificable como “HÄXAN” (La brujería a través de los tiempos, 1922), Chistensen brinda un retrato poderoso y conmovedor de su personaje protagonista, alcanzando en los últimos instantes de su trabajo unos matices casi portentosos.

Un magnífico drama psicológico y una demostración clara de la madurez expresiva que en aquel periodo tan lejano en el tiempo, asumía ya el cine de un genio, nuestro nunca poco admirado Dreyer, en una propuesta en la que nos habla sobre el dolor, la soledad y, en definitiva, la muerte, planteando la importancia que entre ellos puede tener la presencia del amor.
Juan Marey
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