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Voto de Juan Marey:
8
Romance. Comedia Continúa el ciclo de Antoine Doinel tras "Los cuatrocientos golpes" y "L'amour à vingt ans". El protagonista (Jean-Pierre Léaud), tras ser expulsado del ejército por insubordinación, visita a su antigua novia, Christine (Claude Jade) cuyo padre le encuentra a Antoine un trabajo temporal como vigilante nocturno de un hotel. Sin embargo, por culpa de un detective privado, pierde el empleo el primer día. Para compensarlo, el detective le ... [+]
15 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que una película, “Besos robados” es la crónica de Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud) álter ego y actor fetiche de un director que ya lo plasmó como un niño problemático en “Los 400 golpes” (1959) y en “Antoine y Colette” (1962); desde la adolescencia hasta la madurez, Jean-Pierre Léaud da vida al alter ego de François Truffaut, la antítesis del héroe contemporáneo, un personaje lleno de energía y defectos, inteligente, despistado, nervioso y, pese a todo, profundamente adorable. Truffaut aborda la evolución del personaje en un tono ligero, en clave de comedia punteada por distintos elementos dramáticos, marcando ciertas distancias con la necesaria dureza de los episodios narrados en “Los cuatrocientos golpes”; el sencillo relato “Antoine y Colette” de el amor a los veinte años esbozaba los rasgos básicos del personaje a los 17 años, al hilo de sus primeros amores juveniles, un retrato que matiza y desarrolla “Besos robados”, Antoine continúa siendo a sus 23 años un joven tímido, inseguro y decididamente romántico, refleja la propia independencia de Truffaut, y se desenvuelve algo al margen de lo establecido por la sociedad, tal vez por las dificultades en su crecimiento.

“Besos robados”, que da comienzo con la bella partitura “Que reste t’il de nos amours?” , puede entenderse como el retrato de la transición entre la niñez y la edad adulta, aquella en la que hay que empezar a asumir responsabilidades, sin que por ello deje de ser uno de los ejemplos más puros y limpios del amor juvenil en la pantalla grande. Truffaut, que se reafirma en esta película como un eterno romántico, presta especial interés a los devaneos amorosos de Antoine, sumergiéndose en la excéntrica y compleja personalidad de su álter ego, así, nos ofrece un perfil de una persona despreocupada, escéptica, con tintes nihilistas, pero en todo momento honrada, un joven que, por cierto, necesita el apoyo incondicional de una mujer que lo salve de existencia casi corrompida que ha marcado su vida desde sus primeros años, aquellos en los que, en “Los 400 golpes”, se fugaba de casa en busca de su propia identidad.

Tal vez sea uno de los títulos más divertidos de Truffaut y de Léaud, nos encontramos con un tipo de comedia muy ágil, muy espontánea, huyendo de los convencionalismos, de los estudios y del acartonamiento. Su ritmo tiene frescura, tiene gracia, tiene encanto, con un Doinel rebelde pero algo patoso en cuestiones amatorias.
Juan Marey
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