Amé "Ten Percent". Y digo amé no porque me haya decepcionado hacia el final sino porque espero con todo mi corazón que no se estrene una nueva temporada que tire por tierra la magia que me brindó la serie. Es que hay que saber cuando parar de estrujar a la gallina de los huevos de oro. Ya hay sobrados ejemplos de alargamientos innecesarios para seguir cobrando una buena moneda (Lost, Prison Break, Nip Tuck, ufffff) que gracias a las incoherencias en las que se incurre al no tener nada importante y valedero para contar terminan por bajar del pedestal de la gloria a un inmejorable producto. Y la cuarta temporada ya dio señales en su narración de que es la hora de parar.

Amé "Ten Percent", sus actores, sus estrellas invitadas, sus guiños cinéfilos, sus historias principales y secundarias, sus intimidades sobre el detrás de escena, su música, su Francia luminosa, su honestidad. Y espero que los productores no me arrebaten esta postal sonriente que albergo colgada en algún rincón entre mi cerebro y mi corazón.