El conflicto de siempre: el gángster que tras unos años a la sombra sale de prisión. Nada más respirar aire fresco se da cuenta de que el tiempo ha pasado, que el mundo ha salido corriendo y que lo ha dejado atrás, en la estacada. El resignarse o no ante la situación depende del tipo, de su ambición y de las vueltas que le haya dado a la cabeza entre los muros. En este caso, Frankie Madison (Lancaster) era un pez gordo que se hizo nombre en la época de la prohibición dando viajes a Canadá con su compinche Noll “Dick” Turner (Douglas) y trayendo alcohol para los sedientos gaznates neoyorquinos. Así que es normal que ahora, y más teniendo al socio en la calle y triunfando con su nightclub, vuelva y reclame su parte, la que ambos acordaron con un buen apretón de manos. Pero ya saben que esto no suele ser tan fácil…

Así es el punto de partida de este noir. Como ven la temática es recurrente aunque no por ello manida; esta problemática se plantea por ejemplo en “Los Soprano”, en uno de los capítulos más inolvidables de la tremenda serie americana. Por lo tanto, creada la rivalidad entre antiguos amigos por dinero, siempre por dinero, solo cabe introducir a la chica de la película, una buena atmósfera de club, unos cuantos matones, un asesinato y listo. También es preciso llenar el personaje de Douglas de mezquindad, falsedad y otros atributos de parecida factura y que hacen que tanto Frankie como en espectador se sientan indignados. Y es que no hay nada como la falta de honestidad, aunque sea entre rufianes, para ayudar al público a que se posicione de uno u otro lado.

El desarrollo del argumento no se complica mucho más para llegar a un final, creo yo, fallido y que podía haber sido solucionado mucho antes y con mucha más solvencia. Achaquemos esto al director que, evidentemente, no escribe su nombre al lado de los más recordados y más celebrados. Por algo será. Luego también puede haber quejas en cuanto a la actuación del reparto coral. Estaría de acuerdo. Ninguna de las tres estrellas dan lo mejor de sí: Lancaster aprendía y aprendía y claro, también bajaba el nivel entretanto; Douglas casi desdibujado, en un papel que recuerda, por la forma no por el fondo, al que protagonizó un año antes en la maravillosa “Retorno al Pasado”; Lizabeth Scott, por otra parte, nunca tuvo esa fuerza interpretativa que tuvieron otras coetáneas y que siempre hace dudar de sus personajes. Aquí le vuelve a pasar.

Así pues interesante. Ahí se queda. De todas maneras no perdamos de vista que este fue un film menor distribuido por la Paramount y que pertenece a esa cantidad ingente de producciones que nacían en la gran época de la industria y donde hacer películas como rosquillas adquirió el grado de necesidad para dar luz a todo el talento que andaba por territorio americano a mediados de siglo y que hicieron de aquella época la más recordada y fascínate de todas.