Porque esta cinta tiene esas dos vertientes:

- Bélica. Es una representación perfecta de la actual situación de guerra que se vive en Irak. Pero no una guerra cualquiera. Tras la incompetente disolución de ejército (uno de los mayores errores americanos) las calles de las ciudades de Irak se llenaron de soldados en paro, resentidos y con sus armas bajo el brazo, con lo que muchos terminaron uniéndose a la insurgencia y practicando una lucha en la que la barbarie termina adueñándose de la situación. Como muy bien refleja la cinta, el miedo de los soldados americanos a lo desconocido (no hay una lucha abierta sino bombas enterradas) conduce a la pérdida del control, comenzando por los mandos, llegándose a esa espiral de resentimento, venganza, sangre, desconocimiento e ineptitud que desemboca en lo que siempre sudece en las guerras, y en esta si cabe aún más: la población civil es la más perjudicada, la masacrada, la utilizada y a la vez ninguneada. Los que seríamos tu y yo de ponernos en el lugar.

-Drama. Y está actividad bélica la utiliza muy bien Nick Broomfield para representar los dramas y situaciones personales que suceden alrededor. El del sodado irakí resentido por perder su profesión y su vida y que se presta para el ataque terrorista arrepintiéndose tras ver con sus propios ojos las consecuencias del vil ataque. La del jefe terrorista que fríamente expone y sacrifica a los civiles para su propio beneficio. La del soldado americano, que presa del miedo y del desconocimiento actua como un huno, como un matón a sueldo que no duda en asesinar a civiles olvidando su condición e incumpliendo toda clase de reglas. Y la de los civiles irakíes que a la postre son los más perjudicados, los que más sangre derraman y a los que nadie podrá explicar nunca el porqué perdieron a sus hijos, a sus nietos, a sus abuelos...