En este entretenidísimo y, me temo, poco conocido film de espías, Lino Ventura es un científico francés que trabaja para la URSS hasta que es raptado en Londres por los servicios secretos británicos. Víctima, por partida doble, del juego sucio de la Guerra Fría, el protagonista tiene que lidiar con una traición obligatoria y emplear toda su inteligencia para sobrevivir y zafarse de la venganza soviética.

Sin duda, es una obra que no decae nunca en interés, y posee un ritmo incesante. Ventura demostró aquí lo buen actor que era, pues era un actor con tanta capacidad expresiva en su rostro y sus gestos que apenas le hacía falta hablar para expresar lo que iba sintiendo su atribulado personaje. Esa parquedad en los diálogos es una de las grandes bazas de este film, junto con una acción que siempre sorprende al espectador.

Los servicios secretos británicos son aquí casi tan siniestros y malvados como los soviéticos, mientras que el más humano espionaje francés es el que se lleva la palma de la simpatía.