"El político" me parece una película de una modernidad asombrosa, al menos vista en una España en la que los abusos de poder de los políticos, el tráfico de influencias, la demagogia, la corrupción, y la democracia desvirtuada y alejada de su verdadera esencia, son el pan de cada día. Cuando los partidos políticos son el verdadero poder, un poder opaco y omnímodo, y son, más que partidos, estructuras mafiosas, conviene ver este film de Robert Rossen, en el que se hace un retrato implacable de la corrupción de Willie Stark, convertido, pese a sus iniciales buenas intenciones, en un demagogo y un corrupto, capaz de cualquier cosa con tal de conseguir sus objetivos, y con tal de mantenerse en el poder.

Con todo, la crítica política que hay aquí es un poco ambigua: tras los métodos del gobernador Stark puede estar la amenaza del fascismo, aunque en esa política demagógica de izquierdas habría un retrato de dirigentes coetáneos como Perón, en Argentina. La carencia de referentes geográficos claros -no se especifica nunca el estado en el que transcurre la acción, aunque parece ser del Sur de los EE.UU.- quita virulencia a la crítica, pero al mismo tiempo amplía la vigencia de la parábola.

A destacar la gran interpretación de Broderick Crawford, y la presencia, siempre estimulante, de una actriz como Mercedes McCambridge.