La Filmoteca Española me ha ofrecido la oportunidad de ver, en una original sesión doble, y desde luego para cinéfilos curtidos, esta película, después de "El aullido del diablo" (1987), de Paul Naschy. Para mi sorpresa, la película de Bobadilla es un horror, pero no por terrorífica sino por mala. De nada sirve el aura de "film maldito" que le da el haber sido rodado a mediados de los años 90, y el haberse estrenado en 2017, ni su pase por lugares tan prestigiosos como Sitges y San Sebastián, a fines del año pasado, ni el prólogo que explica el porqué de tan raro devenir con una voz misteriosa en "off", ni, tampoco, la presencia en el reparto del mismísimo Naschy, muerto en 2009 y "resucitado" para el público con este bodrio, ni mucho menos la presentación del relato a cargo de un Gustavo Adolfo Bécquer interpretado por un actor.

En conjunto, es un film de una pobreza extrema, en el que no importan realmente ni la forma, digna de un equipo "amateur", ni el fondo (he tenido que leer la sinopsis de Filmaffinity para saber de qué iba la historia), y por otro lado las interpretaciones y los diálogos -demasiado largos, demasiado aburridos, y demasiado literarios- están a la misma altura...del betún. Los actores recitan sus líneas con una escasísima capacidad de convicción, y Naschy, con la cara pintada de blanco, y lanzando continuas risotadas malévolas, parece el Joker. La música contribuye a hacer de este horror algo más ridículo aún. La duración se hace muy larga, aunque es muy corta.

A lo largo de este bodrio se sacan elementos temáticos propios del universo de Naschy/ Molina, como la Cruz de Mayenza, o el Caminante -por la película "El caminante" (1979), dirigida y protagonizada por Molina y Naschy, respectivamente-, pero el homenaje es muy pobre; es más, es realmente penoso, y se lo podrían haber ahorrado. Y los homenajes que se hacen de refilón a León Klimovsky y a Amando de Ossorio, figuras señeras del fantaterror español, también. Hasta para hacer "fan-art" hay que tener talento.