"La patrulla", obra que pertenece a la etapa más comúnmente prestigiosa de la filmografía de Lazaga, es decir, antes de su asociación con Dibildos y antes de su dedicación a la comedia, da un poco de tristeza al verla: un estupendo reparto, una buena dirección y un guión interesante, aunque con fallos o detalles muy estrafalarios -¡Conrado San Martín se escapa de la Unión Soviética en un avión estadounidense, cuando ya ha empezado la Guerra Fría!- se ponen al servicio de un anticomunismo visceral y de un patriotismo un poco hueco. De ahí que lo más convincente y emocionante sea todo lo que se cuela por entre las rendijas de toda esa ideología tan pasada: la amargura con la que se retrata la inmediata posguerra (los años 40), las menciones al contrabando y al mercado negro, el compañerismo, o el paso del tiempo. La historia de amor a tres bandas, desgraciadamente, es mucho más fría y distante de lo que debería ser. Marisa de Leza no me convence en su papel.

Lo más interesante, sin duda, es todo lo relacionado con la División Azul, el frente ruso, y la vida de los prisioneros españoles después de la guerra, en los campos soviéticos, un tema que en cierto modo se pone de moda en el cine español de los años 50, a juzgar por la posterior "Embajadores en el infierno" (1956),de José María Forqué.

Hay que destacar la cantidad de buenos e interesantes actores y actrices que se ven aquí, algunos en cometidos muy secundarios: José María Rodero y Julio Peña, pero también Vicente Parra, Arturo Fernández, Tomás Blanco, Elvira Quintillá, Germán Cobos...