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Voto de Pedro Triguero_Lizana:
10
Drama Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En una pequeña ciudad francesa vive Barny, una joven viuda que trabaja en Correos. Ella y su hija sufren los rigores de la guerra, el racionamiento, el mercado negro y las redadas. Para evitar la deportación de la niña, hija de padre judío, la envía al campo. Pero, movida por la desesperación, busca consuelo en el confesonario y se desahoga declarándose atea.
11 de octubre de 2017
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Melville vuelve en este film a uno de los temas importantes y recurrentes de su carrera, la Segunda Guerra Mundial, una guerra tratada desde una perspectiva un tanto tangencial, pero no por ello menos interesante, como en su primer largometraje, "El silencio del mar" (Le silence de la mer, 1949). De hecho, nunca había visto en una película sobre la Segunda Guerra Mundial detalles tan interesantes como las tropas italianas que ocupan un pueblo francés, o el chantaje al que los soldados americanos someten a Emmanuelle Riva al término de la guerra.

Pero esta obra, para mí la primera obra maestra de Melville (y he visto todas sus películas anteriores a ésta, por lo que puedo opinar con conocimiento de causa) es mucho más que el retrato de una guerra. Es también el retrato de una mujer viuda, que trabaja en una escuela de enseñanza a distancia- y no en Correos, como equivocadamente se señala y se repite en muchas reseñas sobre este film- llamada Barny (Riva), que se encuentra bastante sola, y que encuentra en el sacerdote Léon Morin (Jean-Paul Belmondo) un oponente dialéctico, un amigo, un aliado, y también, por qué no, un amor, pero un amor imposible a todas luces. Al componente histórico se une así el drama, un drama cargado de sinceridad, de desahogo íntimo, de diario lleno de confesiones: sorprenden mucho (no tanto para el cine francés, sí desde el contexto español, lo cual explica por qué esta película no se llegó a estrenar en nuestro país) momentos como aquél en el que Riva confiesa su amor y deseo lésbico por su jefa del trabajo, u otro en el que le confiesa al cura que se masturba con un palo, o, en fin, el sueño en el que el cura y ella, por fin, se relacionan sexualmente. Sólo será un sueño.

Sin embargo, esta película es mucho más que la historia de un amor imposible y prohibido: es una profunda revisión y reflexión sobre la religión católica y sobre su Dios, en la que Melville -ateo, al parecer- adopta la perspectiva de la (inicialmente sobre todo) descreída mujer encarnada por Riva para indagar sobre la religión. Lo más importante, en mi opinión, no es si Barny se acaba convirtiendo al catolicismo, y cómo, y cuándo -diría que lo hace de una manera interesada y oportunista-, sino lo que sale a relucir en este peculiar enfrentamiento, o en esta peculiar amistad, entre la mujer atea y el cura católico: hay todo un discurso teológico de un enorme interés, por ejemplo en torno a Dios y su existencia, en torno a la fe, o en torno al ser humano. Es más, los diálogos de esta película son deslumbrantes.

La dirección, la fotografía en blanco y negro, la música, el guión, tan denso, y las excelentes interpretaciones de Riva y Belmondo, contribuyen a crear una película realmente inolvidable, en la que destaca y sorprende la brusquedad y la sequedad con las que Melville soluciona la resolución de algunas situaciones y escenas.
Pedro Triguero_Lizana
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