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España España · Madrid
Voto de indrani:
10
Terror En algún momento indeterminado de los años 80, una joven estudiante, Samantha Hughes, acepta un trabajo como canguro que coincide con una eclipse lunar. Pronto se da cuenta de que sus clientes ocultan un temible secreto... (FILMAFFINITY)
24 de noviembre de 2013
17 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con lo flojo que suele ser el panorama del cine de terror, es una auténtica gozada encontrarse con una película como "La casa del diablo", del irregular pero muy interesante Ti West, quien da muestras de apreciar el tempo lento, el placer del terror que se va cociendo a fuego lento y que, normalmente, es el que proporciona platos con el sabor óptimo para los sufridos amantes del cine de este género.

"La casa del diablo" es una auténtica joya que probablemente aburrirá a muchos -sobre todo a aquellos que se han educado en este género con productos tipo "Hostel" o incluso la misma "Scream" o, sin ir más lejos, a aquellos que se han acostumbrado al cine de impacto continuo, cámara poco menos que epiléptica y estética videoclipera- pero gustará mucho a aquellos a quienes va dirigida.

Es un filme de atmósfera, que juega con lo que el público ya sabe, por haberlo visto en muchas otras películas. Busca a un espectador que conoce las reglas de este subgénero y que ha visto cine de terror de los 80 y los 70. De hecho, está ambientada en algún momento de hace varias décadas, digamos a finales de los 70, cuando las chicas llevaban aquellos cardados tipo Farrah Fawcett, escuchaban música con un walkman, sólo había dos o tres cadenas de televisión (o un par más, depende del país) y, por supuesto, no se podía llamar a la policía por móvil en caso de apuro. En tales circunstancias nos encontramos con la dulce e inocente -muy inocente- Sam, que acaba de mudarse a su propia casa y necesita liquidez. (También es la época en que uno podía llamar respondiendo a un anuncio de trabajo y confiar en ser el primero; por eso Sam llama en respuesta a un anuncio donde piden una niñera, y la cogen). Todos sabemos que no debería aceptar ese trabajo, sobre todo después de ver la casa en cuestión (la casa del diablo, queremos gritarle a la pobre Sam) y a sus moradores, y que debería hacerle caso a su amiga Megan, mucho más espabilada, y a su propia intuición, a la que, sin embargo, desoye olímpicamente.

A partir de aquí empieza la verdadera diversión para nosotros, a medida que Sam vaga por la casa -al creador de estos decorados deberían darle un premio a la casa encantada más siniestra que haya conocido pantalla- y todos los elementos y acciones cotidianos se tiñen de amenaza. No debería haber nada que temer de un rollo de papel higiénico, ni de un jarrón, por horrible que sea, ni de una puerta que no se abre, ni de una luz apagada, ni de un pizzero con voz un poco rara y habla un poco demasiado amistosa, pero sabemos que debemos tener miedo, mucho miedo; tanto más miedo cuanto menos prevenida está Sam, a quien queremos decir que salga corriendo lo más aprisa que pueda en lugar de quedarse en esa casa del diablo.

Lo mejor de "La casa del diablo", y se trata de algo que he visto en poquísimas películas de terror, es la habilidad -podemos llamarlo arte- con que Ti West combina lo cotidiano con lo pesadillesco. Por fea y siniestra que sea la casa, nada concreto nos hace presagiar el horror. Vemos a Sam caminar por la casa, comer, ir al servicio, escuchar música, ver la tele, mirar por la ventana, hablar por teléfono, y sabemos que no hay nada racional ni objetivo que deba hacernos temer, y la única razón por la que tenemos miedo es porque sabemos que estamos viendo una película de terror; pero, ¿y si no fuera una película de terror, titulada "La casa del diablo"? ¿Podemos culpar a Sam por no salir de allí cortando el viento? ¿Qué haríamos nosotros, aunque estuviéramos en una casa así de cutre y con tan mal rollo, dado que somos personas inteligentes y racionales? Pues, seguramente, lo mismo que ella.

Por eso, cuando el horror llega y lo hace del modo en que lo hace en esta película, por eso nos quedamos tan noqueados. Porque no hay solución de continuidad, pero porque es así como pasan las cosas en la vida real. No hay nada que nos advierta de que algo malo va a pasar. En un momento estamos viendo "Gran hermano" en la tele y al momento siguiente suena el teléfono, o salta la alarma en algún sitio, u oímos los gritos de "¡Fuego, fuego!" Es así como pasa en la vida real. Por eso, "La casa del diablo" es una de las mejores películas de terror que haya visto jamás. Porque es justo como la vida misma, personajes grotescos aparte.
indrani
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