Claude Berri nos presenta en la pantalla, una formidable adaptación de la obra de Marcel Pagnol “Jean de Florette”, describiéndonos a la perfección la vida en el mundo rural francés, donde salen a relucir tanto la ambición, el egoísmo, la hipocresía, así como la desmesurada codicia de unos personajes capaces de todo con tal de conseguir y apropiarse de aquellas tierras que no son suyas, considerando a su legítimo propietario como un pobre hombre al que se puede atropellar de la forma más vil y cobarde. Con la complicidad de casi todo el pueblo, que si conocen la verdad, pero la silencian, pues su ley es no entrometerse en la vida de sus vecinos.

A medida que avanzamos en la historia, esta nos va desplegando complejidades insospechadas. Jean de Florette es una idealista citadino que hereda la tierras propiedad de su tío después de la muerte involuntaria de este, pero culpable por parte de otros. Jean es un hombre noble, romántico, ama la naturaleza, las flores, la música. Y es a la vez un racionalista extremadamente voluntarioso. Trae libros con nuevas técnicas para poder trabajar la tierra, pese a la burla de los campesinos, su trabajo tendrá éxito, evidentemente mientras tenga agua. A simple vista puede parecer una película sencilla, pero su mensaje es duro y muy real, en ella puedes ver lo mezquino y ruin que es el hombre cuando se trata de dinero, tasas de interés y posesiones. Es el enfrentamiento del idealista que confía en el hombre y la inteligencia, contra el hombre solo confía en la experiencia y la naturaleza del más fuerte y astuto.

Excelentes interpretaciones de Yves Montand en el papel de "Papet", Gerard Depardieu como "Jean de Florette", sobresaliendo en particular el trabajo de Daniel Auteuil, en el papel de sobrino de "Papet" el pobre "Ugolin". La esmerada recreación ambiental, la composición musical, y la cuidada fotografía hacen el resto. Merece la pena verla.