Tenemos un buen punto de partida para una película de terror por su camino, un grupo de personas que viajan en un pequeño autocar rumbo a un pueblo de Rumania llamado Bojoni donde han sido contratados para trabajar al servicio de una familia de nobles decide desviarse unos kilómetros de la ruta hacia un pueblo llamado Tolnia que ven en un cartel y que está cerca, para descansar pues debido a la muerte por un ataque cardiaco del conductor en pleno viaje llevan un día muy ajetreado.
Al llegar al pueblo encuentran este vacío y se instalan por su cuenta en una casona donde encuentran un acogedor entorno (limpia, hay bebidas y las camas hechas) y con un agente comercial al que le fallaba el coche y hace dos horas que llego.
Una vez instalados todos en diferentes aposentos, Ernesto (Gaspar 'Indio' González) se queda en el salón de abajo tomando una copa y a continuación cayendo en un cierto sopor, al oír un ruido se sobresalta y sale a dar una vuelta por el pueblo a ver si descubre la causa, se pronto y surgidos de la oscuridad van apareciendo pequeños grupos de siniestros lugareños (estos si son siniestros de cojones y no los pintamonas quien vamos en las producciones de hoy en día) a su alrededor estrechando un lento e inquietante cerco hasta que con el lógico terror por parte de Ernesto al ver lo que se le viene encima, saltan encima de él al más puro estilo zombie y comienzan a morderle.
A partir de aquí, pese a lo ratonera de la música (sintetizador rayano en lo ye-ye, salvo contadas y acertadas excepciones), la ausencia de la orgia del título, ausencia total de sangre (de gore mejor ni hablamos), erotismo de saldillo y una dirección a veces un tanto errática y reiterativa, tenemos una buena y entretenida película de terror de esas que al acabar te dejan con una buena sensación, en base a la magnífica atmosfera de que está impregnado hasta el último fotograma (pueblo seguramente del norte de España con ambiente húmedo y musgo en las paredes de las viejas casas con aspecto cuasi medieval, fotografía cruda y siniestra en su perenne ausencia de sol y vestuario y aspecto de los vampiros/zombies), entiéndase por buena siempre y cuando la situemos en la época y con los medios de que está rodada y sepamos apreciar la voluntariedad y porque no decirlo resultón guion firmado por Gabriel Moreno Burgos y Antonio Fos (“Nadie oyó gritar 1973”) y dirección de ese artesano director que lo mismo valía para un roto que para un descosido, León Klimovsky, además de ser el responsable de varias de las películas protagonizadas por el gran Paul Naschy que tantos nos hicieron disfrutar a algunos.