Harry Sweeney (Jamey Sheridan) maduro propietario de una pequeña empresa de reparaciones eléctricas que ya está pensando en jubilarse y traspasar el negocio, recibe una llamada telefónica desde un hospital de veteranos de Filadelfia de Kelley (Steve Buscemi), un amigo de la juventud y compañero de filas en la marina que no veía hace mas de 30 años, en la que le dice que le quedan apenas un par de días de vida y que no quisiera irse al otro barrio sin pedir disculpas a un compañero del ejercito víctima de algún trágico hecho del cual todavía no sabemos nada, y que para ello le necesita a su lado; Harry pide disculpas por tener que ir a su hijo que se había desplazado desde Chicago a verle por su cumpleaños, en la escena siguiente le vemos entrar en la habitación del hospital, y comienza la función.

Dirigida por la para mi desconocida Bette Gordon (tres cuartos de lo mismo en cuanto al guionista), y protagonizada por Jamey Sheridan (un actor de esos secundarios que pese a haber consultado su filmografía y haberme cruzado con algunos de sus trabajos, no recuerdo de nada), estamos ante una historia de redención narrada en clave de esquemática road movie, en la que a través de las visitas que Harry va haciendo a sus antiguos compañeros de armas (al igual que Steve Buscemi, cuasi cameos de John Savage, Aidan Quinn, Titus Welliver, y Campbell Scott como el perjudicado comentado en el primer párrafo) se nos cuenta a modo de pinceladas dramáticas, historias personales de estos, y estratégicos flashback que cada vez hacen más previsible la historia, todo ello en un tono pretendidamente veraz y sublime, pero que quizás debido a lo plano de dirección y guión (historia y realización de tv movie), y a lo difícil que se hace empatizar con el personaje de Harry (casi diría que excepto la siempre bien hallada Karen Young, ninguno de los personajes despiertan el mínimo interés), se queda tan solo en un aburrido retrato de historia y personajes.