Arranca con una pareja haciendo el amor en una habitación, a la que alguien a quien no vemos la cara, ensarta con algo parecido a una espada, degollando acto seguido a un tipo que aparece por allí y rematando la faena estrangulando a una mujer que se había acercado a ver lo que pasaba (al mejor estilo Jasón de Viernes 13), para después dar un salto en el tiempo y ver a una pareja (Ana Obregón y Andrés Resino) recibiendo las llaves de la misma casa en la que vimos antes de los títulos de crédito, se desarrollaron los hechos.
A partir de aquí tenemos a la mujer de la casa que encarna Ana Obregon soltando toda clase de majaderías psicológicas para justificar la repetida recreación que de vez en cuando se reproduce delante de sus narices, de la masacre de marras y los zombies en pelota picada que se le aparecen de vez en cuando, un gato que hasta sale en los títulos de crédito, una novela que escribe el marido sobre una historia de aborto y maltratos (recreada según la va leyendo), dos o tres despelotes a cargo de la Obregon y la zombie y unas pésimas actuaciones de todos los implicados, por no mencionar lo penoso del apartado técnico.
A pesar de todo, tengo que reconocer, que le estoy empezando a coger cariño a Juan José Porto y su modo de hacer cine de terror con cuatro duros, una chica mona y un chalet (véase Morir de miedo 1980 con Monica Randall), y creo que a pesar de su nula calidad cinematográfica, son de visión obligatoria para todo aficionado al cine de terror patrio.