Un alíen invisible que ha tomado el cuerpo del Dr. John Lamont, un científico recientemente fallecido (John Carradine, en plan zombie impersonal vestido con el elegante traje con que fue enterrado) en una accidental explosión nuclear (debido a los fallos que acarrean la presión con la que se trabaja en plena carrera armamentística y nuclear), se presenta a altas horas de la noche en casa del Dr. Adam Penner (Philip Tonge), otro científico, apesadumbrado amigo y colega del hombre cuyo cuerpo ha colonizado, le dice que son una raza muy avanzada tecnológicamente, con capacidad de alterar sus moléculas y hacerse invisibles, con querencia a exterminar civilizaciones, y que en vista de los avances nucleares e inminente viajes espaciales que observan en la humanidad, han decidido invadir la tierra, y le han elegido a él para que transmita a su gobierno, que si no se rinden antes de 24 horas, ocuparan los cuerpos de los muertos y acabaran con la raza humana ("Los muertos mataran a los vivos, y los habitantes de la tierra desaparecerán", son sus palabras).

Todo esto en apenas 8 minutos de metraje, a partir de aquí, tenemos al Dr. Penner venciendo a duras penas la reticencia de hija, y novio de esta con contactos gubernamentales, que mas por respeto al prestigioso científico que es su suegro, que por creencia en la salud mental de este, traslada su mensaje a las altas esferas, las burlas en prensa hacia una advertencia que toman como un desvarió de una mente desequilibrada, el caos y destrucción que una numerosas hordas de cadáveres habitados por alienigenas siembran por todo el planeta, y la humanidad poniendo todas sus esperanzas en manos de la sapiencia científica de Penner, y ansiando que este dé con un método para salir lo mejor parados posible de la que se les ha venido encima.

Aunque a mí, estas modestas e imaginativas serie B cincuenteras de ciencia ficción me parecen entretenidas y divertidas, entiendo que haya a quien le parezca una insufrible memez, tanto por lo pobre de los efectos especiales (imaginativos insertos documentales de accidentes, y demás descartes de noticiario cinematográfico, recreando la destrucción del mundo), como por la tan sobada y recurrente cita fácil de manual de sociólogo aficionado (ya saben, "está claro que los marcianos son una metáfora del comunismo"), pero en este caso, hasta a los más furibundos detractores de este tipo de films (siempre y cuando sientan una mínima curiosidad cinéfila), les recomendaría la echaran un vistazo, no por lo absorbente de su trama, ni por la capacidad de suspense de la acción, o dirección y trabajo actoral (a mi juicio dignos, y acorde con la enjundia de la producción, ese ecléctico y reconocido maestro de la artesanal serie B llamado Edward L. Cahn, esta tras la cámara), sino por la semejanza en cuanto a movimientos y aspecto (ese traje con corbata con que salen de las tumbas los difuntos) a los futuros referentes del genero zombie, los que George A. Romero puso en circulación en "La noche de los muertos vivientes 1968", y alguna que otra situación pos apocalíptica, que una cinta si y otra también, vemos en casi toda producción zombie rodada a partir de los 70 (superviviente asaltando a otros supervivientes, y asedio zombie a grupo de humanos reunidos en lugar cerrado).