Todo lo que sabía de esta película es que era la opera prima de un tal José Luis Gutiérrez, que estaba ambientada en México y que en la historia había policías corruptos, etarras, un fotógrafo obsesionado por una terrorista e injustamente acusado de la muerte de esta y Emma Suarez como una mercenaria a sueldo del gobierno español cuyo personaje estaba inspirado (según el director) en una misteriosa asesina española que hace unos años estuvo por México en busca de etarras (ya me empezó a oler mal, eso “de historia real que yo solo sé y que ya contare”, puesto, que yo sepa, hubo algo de unos refugiados con conflictos de extradición , pero lo de la asesina huele a interesada leyenda urbana que apesta) y que era una sorprendentemente buena muestra de cine negro.
Pues bien, a mi juicio, estamos ante un pasable thriller (siendo muy generoso por aquello de su modesta producción, ser opera prima y respeto a la entusiasta reseña que me precede y que la señala como muy buena a la hora de retratar la sociedad mexicana y tal) plagado de tópicos y con unos considerables socavones de guion, en el que los personajes actúan como memos, las situaciones en las que los vemos involucrados no resisten el mínimo análisis en cuanto a verosimilitud y resolución y que por mucha voluntad que pongas en obviar lo ridículo de algunas escenas (el polvo entre el policía y la rubia en el cuarto de baño o ver el enclenque y pelín memo fotógrafo escurriéndose una y otra vez de los que se supone son bravos policías acompañados de la peligrosa rubia y su cara cartón ayudante “el mudo”) es imposible no darte cuenta a mitad del metraje que estamos ante una tramposa, pretenciosa, fallida, plagada de mal cocinados tópicos y con un final de la historia sin chicha ni limonada (ya saben, aquello tan socorrido de que somos peones en manos de los conspiradores políticos).