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España España · Madrid
Voto de Lalo:
10
Bélico. Aventuras. Acción Durante la II Guerra Mundial (1939-1945), los alemanes dominan las aguas del Mediterráneo gracias a un eficaz sistema de defensa que los aliados no pueden contrarrestar. La causa de la superioridad alemana es el fortín de Navarone, que, gracias a sus gigantescos cañones, cierra el paso a la navegación por el mar Egeo. (FILMAFFINITY)
27 de junio de 2007
48 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un Anthony Quinn interpretando excepcionalmente a un curtido batallador cretense (tres años después realizaría el mejor papel de su carrera dando vida a Zorba el griego), Anthony Quayle, versátil y correcto en su papel, Gregory Peck, siempre a la sombra del gran galán hollywoodiense de la época, Cary Grant, mostrando en este film un carácter frío, imperturbable y extremadamente racional, y un David Niven sencillamente magistral, aportando su flema inglesa con dosificadas dosis de sinceridad y sarcasmo a la vez, aderezadas con pinceladas de humor, el director J. Lee Thompson no pudo por menos que dirigir una obra maestra.
En la abrupta isla de Navarone, todos estos personajes muestran sus cartas al espectador de tal forma, que más que una película bélica se trata de un profundo análisis de los diferentes sentimientos que afloran en el ser humano cuando éste se expone a situaciones límite. Odio, amor, rencor, amistad, coraje y responsabilidad se entremezclan con gran maestría para disfrute de los cinéfilos. Incluso el invasor alemán, hasta este momento retratado por Hollywood como una cruel máquina de eliminar todo lo bello que rodea a la naturaleza humana, se muestra, en ocasiones, frágil y terrenal. De hecho, fue el primer film enfrascado en la Segunda Guerra Mundial, en el que el director distingue a los soldados alemanes de los nazis, hasta este momento siempre fusionados en un único ser despiadado.
Dosis de humor, ternura, crueldad y acción, mucha acción, se funden vertiginosamente aportando al espectador 145 minutos de auténtico cine.
Mención aparte merece la banda sonora compuesta por Dimitri Tiomkin (El Álamo, 55 días en Pekín y ¡Qué bello es vivir!). Con un tema principal que uno no se cansa de escuchar hasta la saciedad, aporta una composición sublime que le otorga una mayor contundencia a un film ya de por sí maduro y exquisito.
Una obra maestra del cine que ha escrito una página de oro en la moderna mitología griega.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lalo
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