Como ya he comentado, si los telefilmes no existieran, habría que inventarlos. Sin ellos, ¿qué sería de las tardes dominicales? Es muy cierto que malos los hay a patadas, pero también hay bastantes que constituyen un buen entretenimiento y no hay que despreciarlos por ser lo que son. Este es uno de ellos. La historia que nos cuentan es, en esencia, un drama, quedando el elemento sobrenatural como mero hilo conductor de la desgracia de una madre deseosa de otra oportunidad que intenta recuperar a su familia aunque para ello tenga que patearse todos los universos alternativos habidos y por haber, encontrándose siempre con algo que impide su completa felicidad o directamente la trunca (ya se sabe que cuando se rumorea que el demonio anda metido en algún asunto, éste debe tener un punto turbio). Es verdad que hay diversos topicazos mil veces vistos (spoiler1), pero no empañan el conjunto. En el plano interpretativo, Brooke Burns carga solventemente con casi todo el peso del metraje y los demás simplemente la acompañan. La resolución del problema, todo sea dicho, es algo tópica también (spoiler2), pero perfectamente válida.
En suma, una historia interesante contada con un ritmo adecuado y que constituye un producto competentemente armado y entretenido.

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