Nos encontramos ante una película que bien podría ser un telefilme de sobremesa de los que se nutren Antena 3, TVE y Telecinco para la mayoría de sus tardes dominicales, salvo por el hecho de que no es norteamericana ni tampoco alemana. La historia, algo típica: un asesino suelto en un Ámsterdam que parece una cloaca lóbrega (hasta cuando sale el sol la imagen tiene una tonalidad oscurecida), mientras que un detective le sigue la pista y en realidad no sabe para dónde tirar. Le acompañan en escena la chica con la que muy previsiblemente se liará, un conocido, su hija semi-adolescente y el noviete de ésta (que tienen su momentillo de gloria y luego vuelven a caer en un segundo o tercer plano) y secundarios variados (policías, víctimas, testigos).

Básicamente, tenemos al asesino matando en los canales y en sus alrededores, de formas que van de lo relativamente original a lo más común, pero sin entusiasmar en ninguno de los dos casos, mientras el detective interrelaciona con el resto de personajes tratando de sacar algo en claro, sin conseguirlo. Se intenta crear alguna sospecha que otra sobre varios secundarios y uno de los principales hasta que llega el final y...

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