Puede que la película de Van Damme no fuese una obra maestra del séptimo arte, pero al menos era un más que solvente producto de entretenimiento. Es cierto que tenía varias cositas que no cuadraban en la trama (dependiendo de qué concepto tenga cada cual de lo que es un viaje en el tiempo y sus consecuencias para el viajante y su entorno), pero simplemente con obviarlas o tolerarlas podía uno disfrutar de una historia comprensible y que iba directa al grano, sin desviarse ni meterse en rotondas.

Este remake disfrazado de segunda parte arranca su historia con el comienzo de una enemistad que podría haber dado bastante juego, pero cuyo resultado se queda en la mera persecución. En eso consiste esta película, en ver cómo el villano se las da de demiurgo cambiando la historia de manera insistente y compulsiva, mientras el bueno le sigue la pista, encontrándose cada vez que hace un alto con un presente distinto al que él conoce.
No es extraño que uno termine harto de este modo de proceder, de la misma forma que cansaría una película en la que el 90% del metraje fuese el bueno persiguiendo al malo por las azoteas mientras éste le pone obstáculos para ver si se la pega (o desaparece de la historia y le deja vía libre, como es el caso).

Y después de tanto trasiego, llega el desenlace, donde nos dan una pretendida gran sorpresa que no es sino una descarada imitación de la de "Timecop" (spoiler) y todo culmina con una puerta abierta del tamaño de la de Brandenburgo, con vistas a una secuela que por fortuna no hicieron, porque yo no aguanto más "corre, corre, que te pillo".

No merece la pena.

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