A Georges Méliès le apasionaba el cine además de ser un hombre obsesivo, cuando le interesaba algo lo explotaba hasta el final.
Las apariciones y desapariciones fueron unos elementos que le apasionaron, a los ojos de hoy en día podría resultar algo fácil y absurdo pero pongamos la mirada en aquella época y veamos lo difícil que podría ser realizar cosa semejante.
Sin duda era todo un logro, hasta que le gustó, repetía eso hasta la saciedad pero es cierto que lo iba mejorando y bastante.
En el caso del corto del que hablo, esa técnica de apariciones y desapariciones está genialmente llevada a cabo, hasta que sorprende como para aquellos años estaba tan bien logrado el efecto.
Es sin duda, un corto muy gracioso y divertido, sin duda Georges Méliès sabía realizar joyas de unos dos minutos.