Uno puede pensar que el primer Kieslowski nada tiene que ver con los tres colores o el Decálogo, pues no es así porque aunque Kieslowski todavía no definiera su estilo visual, su fotografía o su estilo pausado, el espíritu de Kieslowski siempre fue el mismo, el espíritu de un joven que se inquieta por todo y se cuestiona el mundo y un mundo injusto en el que vive bajo una presión comunista.

Kieslowski era un joven con una especial sensibilidad y una manera especial de mirar al mundo, sus primeras películas, películas un poco más documentales, son geniales pues muestran de una manera muy sincera la visión del mundo que le rodeaba y en más concreto, el mundo del teatro.

Hay que conocer el alma del pueblo eslavo y más en concreto, el alma polaco para entender lo que aquí se dice o se hace; en muchos momentos me preguntaba si estoy viendo una película con momentos de buena improvisación o si la cámara de Kieslowski de coló en los camerinos del teatro grabando lo que allí sucede pues conozco muy bien el mundo del teatro polaco y no hay nada ficticio en lo que se habla, se dice o se muestra, Kieslowski muestra un mundo muy muy real.

Kieslowski no juzga nada, como bien dice en Rojo, quién soy yo para juzgar...bueno, pues esa filosofía del director polaco se siente en estas películas documentales, él se mete en el teatro y muestra todas las conversaciones, la manera de trabajar, las ilusiones, las frustraciones, las carencias, las arrogancias...un mundo real y un mundo consecuente del mundo comunista, nada de lo que se muestra es irreal.

Quizás esta película no posea un forma real de una película por eso digo que se mueve entre dos caminos, entre lo documental y ficticio pero lo más importante es saber sacar la esencia de la película y ver a un joven que se cuestionaba el mundo que le rodeaba.