Se está hablando mucho de que esta segunda temporada de Sabrina es muy inferior a la primera, y tal y cual y Pascual. No es verdad. Lo que ocurre, amigos, es que la primera tampoco era tan buena como se quiso pintar en su momento, el año pasado (velocidad de vértigo la que lleva esta serie... 20 capítulos ya en menos de un año). Pero ni por asomo.
Así pues, esta segunda entrega de las aventuras de la (ahora) rubia (platino) bruja, todo sigue exactamente igual que siempre. El punto fuerte es su dirección artística, con ese toque gótico muy muy burtoniano que le sienta fenomenal a la historia, y no se puede negar que es entretenida y simpática. El giro oscuro de la protagonista también da momentos para el recuerdo (ver esa escena tan potente de la corona de espinas y el fuego...), pero es justo decir que no hay grandes riesgos y que desde luego no se trata en modo alguno de una obra maestra televisiva ni nada parecido. Además, los triángulos amorosos entre Sabrina, Harvey y Nick, por un lado, y los dos primeros con Roz por el otro no terminan de funcionar demasiado bien, y vienen a servir solamente a la parte más adolescente de la ficción.
En resumen, una segunda temporada que no arriesga, sigue punto por punto la línea marcada por su predecesora y consigue sus mismos resultados. Correcta y punto.