El mismo año en que se estrenó El Bar Coyote, Adam García ya había demostrado sus habilidades como bailarín y rompecorazones en Bootmen, un drama con toques sociales y románticos ambientado en la Australia más industrial y tradicional que termina siendo una suerte de mezcla entre Billy Elliot, Espera al último baile y Full Monty.
No hay espacio para el engaño: las situaciones son tópicas, los personajes son planos cual tabla de surf, y no siquiera el baile final es especialmente espectacular debido a esa mezcla extraña que hace entre rusticismo, Cantando bajo la lluvia y videoclip de Shania Twain. Sin embargo, hay que reconocer que la cosa tiene su gracia, sobre todo por ver a Sam Worthington diez años antes de Avatar, y que el resultado es medianamente entretenido.
Pasable.

Lo mejor: Entretiene, y tiene su gracia ver tan jovencitos a Adam García y sobre todo Sam Worthington.
Lo peor: Tiene cero profundidad en los personajes y situaciones.