James Cox patina con estrépito en este intento de escribir algo importante acerca de la redención y las segundas oportunidades con la familia. Ryan Phillippe, un actor mejor de lo que parece a simple vista, y Anna Paquin hacen lo que pueden con los pírricos esqueletos que son los personajes (Luke Wilson no tiene oportunidad, porque aparece demasiado poco), pero el guión es tan aburrido, tan torpe y tan poco estimulante que aporta muy pocas cosas disfrutables para el espectador más allá de disfrutar de la belleza y la presencia de sus guapos protagonistas.
Se agradece el intento, pero el resultado es un fracaso. Pocas cosas emocionantes, poco material con el que trabajar, y el que hay está demasiado agotado por el uso y encima es aburrido a pesar de sus escasos 88 minutos de metraje. Otra vez será.

Lo mejor: Los actores infantiles, muy naturales y responsables de los mejores momentos de la cinta (atención al momento en que Scott y Katherine acuden a ver al hijo de ella en su actuación escolar), Ryan Phillippe (ver cuando sufre el percance en el baño) y todo el tercio final, que acumula la emoción que no tiene el resto de la película.
Lo peor: Los bostezos que obliga a soltar.