Robin Hood- Príncipe de los ladrones tiene fama de ser una de las películas de aventuras más logradas de las últimas décadas, heredera directa del auténtico espíritu de las aventuras clásicas de Hollywood.
Esto es verdad. La producción de Kevin Reynolds (un director que, quizás por estar tantos años a la sombra de Kevin Costner, casi como una extensión del responsable de Bailando con lobos y su ego a veces desmedido, nunca ha podido demostrar si realmente hay vida detrás del fiel lacayo) desprende encanto por todas partes, y su aspecto visual quizás es lo más parecido que ha dado el cine a lo que todos tenemos en mente cuando pensamos en Robin Hood, Marian, el sheriff, los Hombres Alegres y los bosques de Sherwood. Cuenta además con un gran reparto, con el siempre excelente Morgan Freeman por ahí (aunque su personaje da la sensación de aparecer y desaparecer sin mucha razón), el gran dúo que forman Costner (otra cosa igual es más discutible, pero que tiene y ha tenido siempre madera de héroe cinematográfico es indiscutible) y May Elizabeth Mastrantonio (¿por qué no trabaja más esta mujer?), Christian Slater (atención a su confesión a Costner) y por supuesto la gran estrella de la función, que es Alan Rickman, excelente y siniestro.
Sin embargo, vista hoy, este Robin Hood da la sensación de película inflada y sobrevalorada en su momento por el clasicismo de su propuesta y la popularidad de su estrella. Es una película a la que le sobran fácil veinte minutos, en la que se habla demasiado y se lucha menos de lo deseable, en la que los conflictos de los personajes no se combinan bien con un entretenimiento total durante todo su metraje.
Quizás sea ofensa cinematográfica decirlo, pero para quien esto firma, la cinta de los dos Kevin, Reynolds y Costner, es una propuesta aceptable y con muchos aciertos, pero a la que le falta sentido del humor y algo más de ritmo y aventura.

Lo mejor: Alan Rickman y su aire de cuento y de leyenda.
Lo peor: No es tan entretenida como podría esperarse y hay momentos ciertamente absurdos (ese ataque final a Robin...)