Gabriela Cowperthwaite sigue incidiendo en las relaciones entre animales y humanos. Ya lo hizo en su excepcional documental Blackfish, que tanto daño ha hecho a la industria de los acuarios y especialmente a SeaWorld, y repite, de otra manera, en Megan Leavey, la historia de una marine estadounidense y "su" perro detector de explosivos.
El problema es que la película es un telefilme. De los de las cuatro de la tarde, después de las noticias, y preferentemente en sábado o domingo. Es más o menos entretenido, sí, pero ya. Está lleno de tópicos, especialmente la parte del entrenamiento de Megan (me pregunto si todos los instructores o altos mandos militares de EEUU son así, o es que La chaqueta metálica ha hecho mucho daño al Ejército; grande R. Lee Ermey), y el guión es tan torpe que no permite identificación emocional ni siquiera con la protagonista (ni siquiera queda muy claro qué la motiva a listarse en los Marines). La parte bélica tampoco aporta gran cosa como cine de guerra.
Así, lo mejor es sin duda el perro que "interpreta" a Rex, precioso, y el interés que sigue mostrando la directora por las historias humanas, aunque no las cuente con mucho acierto en esta ocasión.