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España España · Sevilla
Voto de Talibán:
8
Drama Giacomo Casanova, viejo bibliotecario del castillo del Dux, en Bohemia, recuerda su vida, repleta de historias de amor y de aventuras. Anciano, solo y desesperado, rememora los apasionantes viajes de su juventud por todas las capitales de Europa. (FILMAFFINITY)
20 de noviembre de 2009
41 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se publican ahora en España por primera vez las memorias completas sin censura de Giacomo Casanova, suceso tratado como un acontecimiento. Leo las reseñas elogiosas y todas coinciden en un punto: alabar no sólo al escritor sino también a la figura, en comparación con Don Juan. Si éste era un burlador que humillaba a las mujeres, aquél las conducía por las sendas del conocimiento sensual hasta donde su propia libertad sexual les permitía. Si el primero fue un conquistador, el segundo era un seductor. Ahora va a resultar que Casanova fue el primer feminista.

Por eso viene a cuento hablar de esta película (que tiene 6 críticas por las 38 de la versión de Lasse Hallstrom), tan alejada de las habituales visiones picarescas y galantes. Lo primero que hace Fellini es ajustar cuentas con el personaje, de una doble manera. Por un lado, lo presenta tal y como seguramente fue –hay que recordar que las referencias que tenemos son las que él mismo nos da en sus memorias y uno tiene natural tendencia a ponerse bien cuando repasa su vida- es decir, un arribista en un mundo que se desintegraba y al que no logra pertenecer en ningún momento a pesar de su indiscutible habilidad para la mímesis social, el halago cortesano y, por supuesto, la seducción sexual.

Por otro lado, hace que al personaje lo devoren por completo las imágenes. Si por algo se distingue esta película es por ser una sucesión de escenarios fantásticos por los que el protagonista resulta arrastrado como en un interminable sueño. El maravilloso inventor de formas plásticas que es Fellini lo convierte en una marioneta sin voluntad ni iniciativa, condenado a servir como soporte argumental de la continua alucinación de un creador que escenifica un baile de máscaras, a veces fascinante, a veces caótico, en el que un inadvertido Casanova es el único invitado cuya identidad es conocida por los demás.

Si Fellini recurre a lo grotesco es por temperamento, desde luego; también por antipatía moral. Su versión de Casanova es inmisericorde, de un patetismo que jamás concede redención, ni siquiera en el último momento, cuando termina el azaroso viaje, al final del cual sólo está la imagen de Venus atrapada bajo las aguas heladas, de una desoladora poesía, tanto como la melodía de Nino Rota, la más enigmática y hermosa que escuché nunca en una pantalla.
Talibán
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