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Voto de Talibán:
7
7,0
37.111
Thriller. Drama
Dos hermanos de familia burguesa se encuentran en una situación desesperada y necesitan conseguir dinero sea como sea: Andy (Philip Seymour Hoffman), un ambicioso ejecutivo adicto a la heroína, le propone a su hermano Hank (Ethan Hawke), cuyo sueldo se va casi íntegramente en pagar la pensión de su ex mujer, dar un golpe perfecto: atracar la joyería que sus padres tienen en Nueva York. Aunque a primera vista parece muy fácil, las ... [+]
5 de febrero de 2011
32 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kelly Masterton estuvo dos años escribiendo este guión, después de rumiarlo por espacio de otros dos y antes de intentar durante siete dirigirlo él mismo. Ocho productores decidieron que Sidney Lumet lo haría, seguramente porque fueron incapaces de ponerse de acuerdo y la última opción que les quedó fue esa.
No se sabe nunca con certeza cuál es la aportación completa de un director a una película, sólo puede suponerse. Esto es lo que yo supongo que hizo Sidney Lumet.
Yo creo que Lumet comprendió que la estructura de saltos temporales del guión de ninguna manera podía convertirse en el eje de la narración. Sin embargo era imprescindible para la película porque ésta se basaba en el consecutivo descubrimiento de las entrañas de varios personajes; el desorden temporal propicia el orden psicológico. Lumet es extremadamente riguroso aquí y se hace evidente que evita que la película se convierta en un "mecanismo", o un juguete de relojería.
Además, con eso impide que la película deje de ser un film de personajes para abrazar el género de thriller de montaje crispado, que hubiera reducido a la nada el estupendo material del guión. El ritmo del plano es lento, Lumet decide que observemos, desecha la idea de una cirugía invasiva a nuestra mirada. Por cierto, que el montador se queda con las ganas de más acción y malabarismos a juzgar por los campanudos electroshocks visuales que inserta en algunos momentos. Quizás el ensamblado temporal, a veces impreciso, habría estado más conseguido si hubiera hecho mejor su trabajo.
Y esto nos lleva a los actores. Cuatro perfiles homogéneos y diversos, admirablemente interpretados en sus respectivos registros. La dirección de actores es coral pero diferenciada; los personajes poseen sus propios e individualizados atributos a la vez que la forma de conducirse y de padecerse entre ellos los complementa con perfecta limpieza. Imposible no elogiar a Seymour Hoffman por desbordarse manteniendo alejado el hueco histerismo.
La escena que casi prefiero es aquella en la que Hoffman acaba de ser abandonado por su mujer, cuando quita las sábanas de su cama, deja desnudo el colchón y desmonta otros cachivaches inútiles: Es el punto de ruptura definitivo, el orden que artificialmente respetábamos ya no sirve. Esta es la típica escena que un director estrella como Scorsese deja escapar cargándola de excesivo significado y que un productor de Hollywood, sencillamente, suele cortar. No sobra en "Antes que..." porque cumple el principio básico de hacer avanzar la trama, ya que Lumet se ha ocupado de que la trama sea precisamente observar el progreso -en realidad la progresiva caída- de los personajes.
No se sabe nunca con certeza cuál es la aportación completa de un director a una película, sólo puede suponerse. Esto es lo que yo supongo que hizo Sidney Lumet.
Yo creo que Lumet comprendió que la estructura de saltos temporales del guión de ninguna manera podía convertirse en el eje de la narración. Sin embargo era imprescindible para la película porque ésta se basaba en el consecutivo descubrimiento de las entrañas de varios personajes; el desorden temporal propicia el orden psicológico. Lumet es extremadamente riguroso aquí y se hace evidente que evita que la película se convierta en un "mecanismo", o un juguete de relojería.
Además, con eso impide que la película deje de ser un film de personajes para abrazar el género de thriller de montaje crispado, que hubiera reducido a la nada el estupendo material del guión. El ritmo del plano es lento, Lumet decide que observemos, desecha la idea de una cirugía invasiva a nuestra mirada. Por cierto, que el montador se queda con las ganas de más acción y malabarismos a juzgar por los campanudos electroshocks visuales que inserta en algunos momentos. Quizás el ensamblado temporal, a veces impreciso, habría estado más conseguido si hubiera hecho mejor su trabajo.
Y esto nos lleva a los actores. Cuatro perfiles homogéneos y diversos, admirablemente interpretados en sus respectivos registros. La dirección de actores es coral pero diferenciada; los personajes poseen sus propios e individualizados atributos a la vez que la forma de conducirse y de padecerse entre ellos los complementa con perfecta limpieza. Imposible no elogiar a Seymour Hoffman por desbordarse manteniendo alejado el hueco histerismo.
La escena que casi prefiero es aquella en la que Hoffman acaba de ser abandonado por su mujer, cuando quita las sábanas de su cama, deja desnudo el colchón y desmonta otros cachivaches inútiles: Es el punto de ruptura definitivo, el orden que artificialmente respetábamos ya no sirve. Esta es la típica escena que un director estrella como Scorsese deja escapar cargándola de excesivo significado y que un productor de Hollywood, sencillamente, suele cortar. No sobra en "Antes que..." porque cumple el principio básico de hacer avanzar la trama, ya que Lumet se ha ocupado de que la trama sea precisamente observar el progreso -en realidad la progresiva caída- de los personajes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Hay muchos que piensan que dirigir es un arte sagrado que les ha escogido precisamente a ellos. Otros lo creen más bien una especie de taller de experimentación, como si fuera una cocina llena de espumosos chefs-químicos. Están los que aspiran a ser profesionales, aunque muchas veces eso les lleva a querer ser funcionarios con plaza fija en la industria.
Para Lumet, dirigir es un oficio. Se trata de hacer una buena película. Y una buena película es el resultado de todo lo que uno hace con ella y también de lo que no se hace
Para Lumet, dirigir es un oficio. Se trata de hacer una buena película. Y una buena película es el resultado de todo lo que uno hace con ella y también de lo que no se hace