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España España · Sevilla
Voto de Talibán:
6
Cine negro. Drama Joe Gillis es un joven escritor de segunda fila que, acosado por sus acreedores, se refugia casualmente en la mansión de Norma Desmond, antigua estrella del cine mudo, que vive fuera de la realidad, acompañada únicamente de su fiel criado Max. A partir de ese momento, la actriz pretende que Joe corrija un guion que ella ha escrito y que va a significar su regreso al cine. (FILMAFFINITY)
19 de enero de 2013
36 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
La habilidad increíble del Wilder inventor de puntos de partida electrizantes alcanza en esta película una cumbre. No sólo por el preludio magistral –los créditos que empiezan en el bordillo, encima de la cloaca, el fabuloso plano contrapicado desde dentro de la piscina- también por la situación que sirve de arranque al nudo argumental: un velatorio de un animal de compañía. Con el dúo Wilder y Brackett en plena forma, descubrimos que no es el estrafalario perro que esperamos encontrar, sino…, un mono. Así, la apuesta inicial por la fantasmagoría y la necrofilia surrealista se carga de sugerencia.

El desarrollo está planificado con precisión, los giros de guión bien dosificados, la historia magníficamente contada, excepción hecha de la redundante voz en off. Hay clase en la puesta en escena, aunque sin alardes. Hay momentos de magia, como el encuentro con De Mille, o la proyección privada de “La Reina Kelly”. “Sunset Boulevard” es, de hecho, una buena película.

Al llegar aquí, discrepo en muchas cosas con las críticas precedentes. Para empezar, arrastro la carga personal de la manía que le tengo a un actor muy querido por casi todo el mundo, William Holden. Creo que es una estrella que interpreta de manera superficial los papeles de cínico en los que por algún motivo le encasillaron y su Joe Gillis de “Sunset Boulevard” no me parece una excepción. En el tramo final de su carrera, devastado por el alcohol y con otra clase de personajes, sí me resulta creíble e incluso emocionante.

Y, sobre todo, Norma Desmond no es una diva encerrada en el pasado con brotes esquizoides que se destruye ante la amenaza del primer resquicio de la luz exterior. Es posible que fuera esa la intención, pero, lo lamento, para mí la Norma Desmond de Wilder y Brackett es una loca de atar con momentos caprichosos de lucidez. Para conseguir su propósito, pienso que Billy Wilder debería haber ofrecido abiertamente, incluso irónicamente, una película de horror, la historia de una especie de mujer-vampiro en un sarcófago-castillo custodiado por su devoto Max. Y es así como empieza y continúa en algún momento aislado.

En cambio se decanta mayoritariamente por el melodrama disfrazado de tragedia de bajo perfil espolvoreado con –por supuesto, se trata de Wilder- granitos de humor y el añadido de una historia de amor entre escritores –“este guión sí que es bueno porque es sincero”, etc.- muy, pero que muy postiza. La histeria no es insólita o inquietante; la histeria es molesta, triste y, en último caso, peligrosa. En “Sunset Boulevard” lo único insólito es ver a Buster Keaton jugando a las cartas sin que Joe Gillis –que se supone que es un escritor de cine- se postre inmediatamente de rodillas en señal de reverencia.

Wilder pretende que el melodrama pasional sea sórdido y decadente, al estilo de Von Stroheim, y yo siempre pensé que para eso le faltaba sutileza; porque, aunque pueda parecer lo contrario, reflejar patetismo y abyección requiere la mano más delicada, incluso el exceso lo requiere, y en “Sunset Boulevard” Wilder continuamente oscila entre la hipertrofia y ese brillante cinismo de las réplicas que hace que resbalemos por las escenas en vez de meternos en ellas.
Talibán
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