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España España · Sevilla
Voto de Talibán:
8
Drama Charlie (Logan Lerman), un joven tímido y marginado, escribe una serie de cartas a una persona sin identificar en las que aborda asuntos como la amistad, los conflictos familiares, las primeras citas, el sexo o las drogas. El protagonista tendrá que afrontar dificultades, al tiempo que lucha por encontrar un grupo de personas con las que pueda encajar y sentirse a gusto. (FILMAFFINITY)
17 de febrero de 2013
109 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se dice en la película: “Cuando cumples diecisiete, te olvidas que una vez tuviste dieciséis”. Es muy extraño; con la infinita, abrumadora, incalculable cantidad de títulos dedicados a la adolescencia, ninguno ha sido capaz de filmar con una mínima aproximación una auténtica fiesta. En esta película llevan al protagonista a la casa de un conocido y le dicen: “Y esto es una fiesta”. Y, vaya, aquello es una fiesta. La primera que veo en una pantalla que se parece a las reales.

Es difícil para mí explicar por qué una película que contiene tantos elementos que un talibán debería calificar de tópicos – la escenas montadas con canciones, el profe de Literatura que recomienda “El guardián entre el centeno”, aunque a mí la historia me recuerda más a “Retorno a Brideshead” de Evelyn Waugh- me ha dejado al final de proyección, a la que hemos asistido un total de ocho personas, mirando embobado el desfile de créditos mientras mi impaciente esposa me esperaba en la puerta. Y por qué al salir me he visto en la imperiosa necesidad de decirle:”Es “Heroes”, de David Bowie”.

Quizás es porque el autor de esta película, cuyo espantoso título me gustaría no repetir, no confunde el sentimiento con la sensiblería, ni la dulzura con la bollería industrial, ni se ve en la obligación de ser cruel para ser gracioso, ni orienta a sus actores para que en los momentos dramáticos se parezcan a De Niro o Meryl Streep. Ni tampoco se deja aconsejar sobre cómo filmar su historia, porque es suya y no del montador ni del ayudante de dirección, que seguro que lo miró con desdén porque no había estudiado cine en una escuela.

O quizás porque, aunque lo olvidamos al cumplir diecisiete años, no ha habido un acontecimiento mayor en nuestra vida que cuando hicimos nuestro primer amigo siendo un adolescente. Ese tipo que, más que la chica a la que besamos por primera vez, nos abrió el mundo definitivamente, nos contaminó de música desconocida y nos mostró que ir a una fiesta es como descubrir un planeta nuevo. Qué banal suena pero qué hermoso es en realidad. Tanto que debo mandar esta crítica ahora mismo porque mañana me arrepentiré de haberla escrito.

De la misma forma que en la adolescencia uno se enamora de chicas por motivos leves y extravagantes, por ejemplo que te llamó por tu nombre al minuto de conocerla, de adulto uno puede enamorarse de películas por razones muy imprecisas, si no esperabas nada de ella, si decides bajar la guardia y te coge desprevenido, o si ves reflejada en la pantalla una situación idéntica a la que viviste cuando tenías dieciséis años y que olvidaste cuando cumpliste diecisiete. Cuando llegaste al final de un túnel maravilloso y tuviste que seguir viviendo. Cuando dejaste de ser el héroe de tu propia vida.
Talibán
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