Intento de repetir el descomunal éxito popular de "Fray Escoba", con muchos de los mismos componentes de esta. Repiten director y protagonista, y las intenciones son las mismas, usando los mismos elementos "guionísticos".
La fe, la religiosidad (por supuesto que católica y apostólica), como razón de ser y motor de las acciones humanas, que se anteponen al odio y al rencor.
Se trata de una película menor, menos conseguida que su predecesora, pero que no aburre y hace pasar el rato.
No es ninguna maravilla, ni muchísimo menos, y se le puede considerar sin peligro de equívocos, de mediocre, pero tiene algo que hace que no de deja su visión a medias. Puede ser el cómo finalizará, puede que el oficio de sus intérpretes... y puede que lo que hace reír el oír las declamaciones interpretativas cuando de decir algo "santificado" se trata. Me refiero a cuando los actores/actrices elevan la mirada al cielo y exclaman como si la vida le fuera en ello el nombre de Dios. Momentos que sacan una pícara sonrisa en nuestro rostro, por más creyentes que fuésemos, dado el caso.
Rodada en Aranjuez, España, el tufo "patriótico" se respira por sus poros, no sólo en cuanto a la moral cristiana se refiere, sino en cuanto a hechos que tocan temas como la independencia de un país o región, donde, claro está, los que la desean son borrachos y asesinos que no dudan en entrar en la casa de Dios a tiro limpio.
En fin, que huele algo a podrido, pero era el cine que se hacía y que tanto predicamento popular y político tenía.
Pero vamos, que se puede ver aunque el final deje un tanto descolocado al personal, por lo abrupto y serio que es.
Claro ejemplo del cine enmarcado de hoz y coz en el Nacional-Catolicismo, fue galardonada por el Sindicato Nacional del Espectáculo como la mejor película española del año 1962. Este galardón, vista la peli casi cincuenta años después, produce un silencioso descojono.