"- Señor, ninguno merece tu perdón, porque pecamos todos".

Creo que el único largometraje que me quedaba por ver de Michael Anderson. Ni siquiera me acordaba de él y en cuanto ha caído en mis manos la he visto y la considero tan académica como otras cintas de su filmografía pero interesante y entretenida.
Es un producto de su época, comienzos de los sesenta, todavía con un pie en el cine melodramático de los cincuenta pero con elementos que ya comienzan a tener importancia en las tramas, como la pulsión sexual, la insatisfacción femenina, el deseo de libertad y de encontrarse uno mismo en medio de una vida de vacío existencial que impide ser felices al ser humano. Y esto toca a personas de toda índole social.
La cinta se sigue bien pero hay que aceptar sus propuestas. Es un melodrama de tomo y lomo con implicaciones sociales, elegante, sofisticado en ocasiones, rudo y áspero en otros, donde los jóvenes personajes se aman pero no se satisfacen por la ambición personal o por secretos inconfesables.
No es una gran película en sí misma, pero es amena y tiene buenos momentos. Quizás es un poco larga para lo que cuenta pero el material en la que se basa, la novela de Rosamond Marshall así lo exigía.
En líneas generales está bien aunque no tenga nada realmente especial como no sea la belleza de Natalie Wood y la fuerza dramática de Susan Kohner.

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