Media votos
5,7
Votos
2.604
Críticas
58
Listas
21
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Tania:
9
6,8
32.970
Drama. Intriga. Thriller
Tom Ripley (Matt Damon), un joven empleado de una empresa de servicios de Manhattan, pide prestada una chaqueta de Princeton para tocar el piano en una fiesta. Cuando el rico propietario de la casa charla con él, Ripley le hace creer que es amigo y compañero de universidad de su hijo Dickie (Jude Law); entonces, el padre ofrece a Tom mil dólares si va a Italia y convence a Dickie para que regrese a casa. Cuando conoce a Dickie, que es ... [+]
7 de agosto de 2007
122 de 143 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considero A pleno sol como un notable thriller francés de fácil visionado y más o menos logrado suspense. Pero, sin duda y puestos a escoger, me quedo con el maravilloso trabajo que realiza Minghella en El talento de Mr. Ripley, su delicada y a la vez contundente adaptación de la novela de Patricia Highsmith.
Esta elección se debe, entre otras cosas, a que el desarrollo en la primera versión me pareció bastante deficiente (e incluso aburrido en determinadas secuencias de las rodadas en el mar, por ejemplo) en comparación a la segunda. Y eso por no hablar del abismo que separa en calidad y resolución los respectivos desenlaces de las dos obras. Pero lo que no deja de sorprenderme es la cuestión de la tan criticada construcción del personaje central en el caso de Minghella pues, contrariamente a la opinión mayoritaria, opino que el protagonista plano, previsible y estereotipado que nos dejaba la adaptación francesa, se ha visto enormemente enriquecido de matices, trasfondo, humanidad y verosimilitud gracias al film que en esta ocasión nos ocupa.
En A pleno sol se nos ofrecía un Ripley (Alain Delon) amoral, tosco, trepa y muy seguro de sí mismo, capaz de hacer cualquier cosa con tal de ver satisfechos sus caprichos materiales, sin mostrar remordimiento alguno por ello. Se trataba de un personaje deliberadamente manipulador y codicioso, pero no tan convincente y bastante menos complejo e interesante que el talentoso Ripley que casi cuatro décadas después nos regalaría Matt Damon, en el más cuidado retrato cinematográfico de la mitomanía que jamás hayan contemplado mis ojos.
En El talento de Mr. Ripley, el protagonista es un chico sensible, frágil, refinado, aficionado a la música, extremadamente inteligente y no menos temerario. Un ser acomplejado por un origen humilde, que no ansía otra cosa que el reconocimiento social que lleva consigo la posesión de una cuenta bancaria dilatada. Con una mentira aparentemente inofensiva y la suerte de su lado, emprende unas vacaciones pagadas a Italia, donde se dejará cautivar por los placeres de la vida fácil, las juergas costeras, el recorrido de las más elitistas rutas marítimas, y ante todo, por la compañía de dos niños ricos a los que idolatrará y entre los que acabará sintiéndose integrado.
(Continúa en spoiler por problemas de espacio, sin destripar el argumento con datos significativos)
Esta elección se debe, entre otras cosas, a que el desarrollo en la primera versión me pareció bastante deficiente (e incluso aburrido en determinadas secuencias de las rodadas en el mar, por ejemplo) en comparación a la segunda. Y eso por no hablar del abismo que separa en calidad y resolución los respectivos desenlaces de las dos obras. Pero lo que no deja de sorprenderme es la cuestión de la tan criticada construcción del personaje central en el caso de Minghella pues, contrariamente a la opinión mayoritaria, opino que el protagonista plano, previsible y estereotipado que nos dejaba la adaptación francesa, se ha visto enormemente enriquecido de matices, trasfondo, humanidad y verosimilitud gracias al film que en esta ocasión nos ocupa.
En A pleno sol se nos ofrecía un Ripley (Alain Delon) amoral, tosco, trepa y muy seguro de sí mismo, capaz de hacer cualquier cosa con tal de ver satisfechos sus caprichos materiales, sin mostrar remordimiento alguno por ello. Se trataba de un personaje deliberadamente manipulador y codicioso, pero no tan convincente y bastante menos complejo e interesante que el talentoso Ripley que casi cuatro décadas después nos regalaría Matt Damon, en el más cuidado retrato cinematográfico de la mitomanía que jamás hayan contemplado mis ojos.
En El talento de Mr. Ripley, el protagonista es un chico sensible, frágil, refinado, aficionado a la música, extremadamente inteligente y no menos temerario. Un ser acomplejado por un origen humilde, que no ansía otra cosa que el reconocimiento social que lleva consigo la posesión de una cuenta bancaria dilatada. Con una mentira aparentemente inofensiva y la suerte de su lado, emprende unas vacaciones pagadas a Italia, donde se dejará cautivar por los placeres de la vida fácil, las juergas costeras, el recorrido de las más elitistas rutas marítimas, y ante todo, por la compañía de dos niños ricos a los que idolatrará y entre los que acabará sintiéndose integrado.
(Continúa en spoiler por problemas de espacio, sin destripar el argumento con datos significativos)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Pero cuando empiece a desvanecerse el espejismo; cuando deje de ser novedad y divertimento para Dickie y se convierta en poco más que un gorrón, en un estorbo; cuando vea peligrar la permanencia de esos maravillosos días que tanto había ansiado y de los que no puede ni quiere despegarse, Ripley desplegará su enfermizo talento para aferrarse con mentiras patológicas y estremecedores remiendos al pedazo de vida que, cree, le pertenece. Y sufrirá. Y nosotros sufriremos con él, con la constante guerra que acontece en su interior y que se refleja en la angustiada expresión facial de la que sólo será testigo el espectador. Y casi todo gracias a la visceral, insuperable e infravaloradísima interpretación de Damon, que en NADA debe envidiar las dotes interpretativas del amigo Law (¡Por el amor de Dios! ¿Nadie va a admitir de una put... buena vez que, al menos en esta ocasión, toda la complejidad de su papel se reduce a hacer el borrachín y a poner cara de niñito guapo, caprichoso y frívolo? No sé a qué tanto alboroto...).