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Países Bajos (Holanda) Países Bajos (Holanda) · Ámsterdam
Voto de loquearde:
9
7,8
315
Documental Aclamado documental (ganador de un Oscar) que relata con detalle la historia de una violenta huelga que los mineros de Brookside, Kentucky, mantuvieron contra la compañía minera Eastover. (FILMAFFINITY)
14 de octubre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine es político. Lo es tanto cuando pretende serlo como cuando no. La propia mirada del creador ya implica una motivación política y una visión de la realidad que pretende representar. Algunos directores van más allá de lo involuntario y desde la propia esencia de sus imágenes plantean un discurso político claro. Puede parecer inocente en pleno 2020, pero el cine tiene un poder transformador evidente y puede ser utilizado como arma para combatir al sistema. Barbara Kopple fue plenamente consciente de ese poder desde el comienzo su carrera. Con Harlan County, USA, la directora americana grabó durante meses en 1973 la huelga de Brookside. Ésta fue llevada a cabo por 180 mineros y sus esposas en el sureste de Kentucky, en la región que da título al documental. Las armas con las que contó la directora fueron un equipo de cinco personas, un presupuesto de $12.000 y un ojo francotirador para el encuadre y para encontrar las historias que a su vez integraban el personaje principal del documental: la lucha de los mineros contra la corporación Duke Power Company.

El documental como herramienta política cogió fuerza precisamente en la década de los 70, un momento de desencanto y rebeldía de la población. La propia Kopple participó, al igual que muchos compañeros de generación, en las manifestaciones contra la guerra de Vietnam que se desarrollaron por todo el país. Fogueada en esas batallas, con Harlan County, USA Kopple tomó partido no solamente con su cámara, sino también con su voluntad de exponer una realidad oculta para la mayoría de los estadounidenses en el momento del rodaje: las paupérrimas condiciones de vida de los mineros y sus familias, así como la violencia laboral y física que la compañía ejerció sobre ellos con tal de silenciar su lucha. Llama la atención que los propios mineros y sus esposas comprendan a la perfección el poder que podía ejercer la cámara en el conflicto. No es solo el poder que esta película podía ejercer de cara a la opinión público, sino también la protección y falta de impunidad que tener una cámara grabando la acción proveía. El debut de Barbara Kopple es el ejemplo perfecto de que las limitaciones técnicas y presupuestarias no tienen por qué dañar el producto final. Adscrita a la corriente del cinema verité, Kopple armó con voluntad de plomo uno de los grandes documentales políticos de su tiempo.

La historia de lucha obrera que ocupa el centro de Harlan County, USA no era algo nuevo y Kopple lo sabía. Es por eso que su uso generoso de canciones tradicionales mineras es un acierto mayúsculo. La música como elemento conector de la lucha de diferentes generaciones de trabajadores. También es una aportación innovadora el hecho de que, tratando un sujeto tan masculino como es la lucha minera, la cámara de Kopple diese un merecido protagonismo merecido a las mujeres y madres de esos mineros. Y qué protagonismo, en un momento en que las mujeres aún luchaban por una representación justa en el cine y la televisión, a nadie se le puede escapar el poder de imágenes como el de una de las mujeres sacándose una pistola del sujetador.

Harlan County, USA no solo no está exenta de violencia, sino que ésta tiene un papel central en la cinta. Especialmente chocante resulta el asesinato de un líder sindical, su mujer y su hija. La orden para matarlos venía de las élites del carbón. Más adelante en el metraje, uno de los mineros correrá la misma suerte. En tiempos en los que cada vez se instala más la idea de que la lucha de clases es algo del pasado, ver la violencia a la que se tuvieron que enfrentar estos mineros para conseguir unas condiciones dignas mientras que la corporación había duplicado sus beneficios hace hervir la sangre.

El paso del tiempo no solamente no le ha restado valor a la cinta, sino que ha ayudado a darle un contexto. El triunfo arrollador del neoliberalismo como modelo imperante en la mayoría de economías desarrolladas del mundo es hoy en día una realidad a la que nadie puede escapar. Casi cincuenta años después del rodaje de esas imágenes, los trabajadores del mundo están más a merced de las grandes corporaciones que nunca. Es por eso que Harlan County, USA fue más allá de las historias que recogió: ayudó a visibilizar cómo las estructuras de poder no descansan hasta conseguir lo que ansían. Y eso era así en 1973 y es así a día de hoy.

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loquearde
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