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Países Bajos (Holanda) Países Bajos (Holanda) · Ámsterdam
Voto de loquearde:
10
Documental En 1992 suceden en España dos eventos fundamentales: los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, vinculada a la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América. Diez años después de la subida al poder del PSOE de Felipe González, España aparece ante la comunidad internacional como un país efervescente, moderno y civilizado. Una futura potencia económica mundial. Sin embargo, en Cartagena, los ... [+]
17 de noviembre de 2020
66 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
1992 fue el año en el que se fundó la nueva España. O al menos en el que se fundó la idea de una nueva España. En el imaginario colectivo de hasta los que no habían nacido todavía están las imágenes fastuosas de las Olimpiadas de Barcelona y de la Expo de Sevilla. Hasta yo mismo, teniendo cuatro años en aquel momento, recuerdo cuando mis padres volvieron de viaje de Sevilla, cargados de merchandising de Curro. Era un momento de entusiasmo colectivo incomparable, seguramente solo superado por los primeros albores de nuestra joven democracia. Pero y si resultase que se nos olvida algo de aquel año, ¿y si resultase que el tiempo y las ganas de mirar para otra parte han acabado sepultando un acontecimiento importante de 1992? ¿Cuál es el proceso que nos lleva al olvido de algo tan relevante como la quema del Parlamento de la Región de Murcia? Con El año del descubrimiento, Luis López Carrasco se propone hacer un ejercicio de memoria y volver a situar esa imagen y ese momento de la historia de nuestro país en nuestras cabezas. No es solo un ejercicio de memoria, es un monumento documental tanto por su duración (200 minutos) como por su profundidad sobre cómo el proceso de la reconversión industrial de principios de los 90 ha acabado llevándonos hasta el profundo hoyo en que nos encontramos hoy.

En la carrera de Luis López Carrasco, la forma siempre va unida al fondo. En El año del descubrimiento, el director opta por un formato de doble pantalla. A veces dos imágenes a la vez de la misma escena, otra vez escenas que se concatenan, otras veces vídeos del pasado mezclados con el presente. Permitir que las imágenes dialoguen entre sí es uno de los grandes hallazgos del documental. O a veces dejar solo una mitad visible para forzarnos a mirar. Invitar al espectador a decidir a dónde quiere mirar y no muchas veces no poder ver ambas escenas a la vez, convirtiéndolo en una experiencia diferente para cada espectador. No voy a desvelar demasiado, pero creo que es en su tercer acto cuando esa doble pantalla alcanza su mayor potencial y nos pega una bofetada de realidad.

En El año del descubrimiento, López Carrasco utiliza todas las armas de las que dispone como cineasta para presentar un retrato coral sobre aquel evento y sus consecuencias. Comienza enlazando la película con su anterior largometraje (El futuro), grabando a un grupo de jóvenes que hablan mientras que beben en el bar. Al igual que en aquella película, no somos capaces de escuchar las conversaciones enteras y la música, alta y distorsionada, se mezcla con las voces, haciéndolas ininteligibles. La elección de la música no es casual, es música de 1992. Tampoco lo es el formato en que está grabada la película, grabada en vídeo Hi8. Al igual que ocurría en El futuro, el documental nos plantea el desafío de si lo que estamos viendo está ocurriendo en el presente o en el pasado.

La manera en que López Carrasco va tirando del hilo es moviendo el relato a través de las conversaciones con los sujetos (o entre ellos). Algunas de ellas son esclarecedoras, otras de ellas sencillamente conversaciones normales entre gente de clase trabajadora. Unas hablan del pasado y otras del presente. Unas muestran un cierto grado de esperanza y otras expresan con vehemencia la desesperación de un grupo social cada vez más arrinconado por las circunstancias. Y quizá una de las estrategias más inteligentes del documental, esa que hace que nos quedemos pegados durante 200 minutos sin pestañear, sea empezar por las consecuencias de la reconversión industrial para luego llevarnos hacia las causas. Empezar poniendo el foco en las víctimas, la mayoría de ellas inconscientes de cómo hemos llegado hasta aquí, para poco a poco ir acercándonos a las historias de quienes vivieron aquella reconversión industrial de primera mano desde sindicatos y empresas de aquel tiempo. López Carrasco ha mencionado en la masterclass previa al film el impacto que tuvo en El año del descubrimiento las teorías sobre la desactivación del orgullo de clase de la clase trabajadora de Owen Jones en su libro Chavs. La demonización de la clase obrera. El año del descubrimiento nos obliga a sentarnos con esa clase obrera. Algunos de ellos instruidos y articulados, otros de ellos epidérmicos y temperamentales, todos ellos unidos por un vínculo común que, a su vez, nos une a todos ellos. Si a algo puede contribuir este documental es a que reflexionemos sobre cómo la erosión intencionada de nuestra unión social por los poderes fácticos nos ha llevado a un callejón sin salida.

Es imposible desmenuzar todo lo que ocurre a lo largo de sus más de tres horas de metraje en El año del descubrimiento. Su estructura anima a que fluyan los temas y los tonos sin cesar, a que cada espectador ponga el ojo y la mente en diferentes aspectos. Lo que sí que es posible es hablar de los logros del mejor documental que he visto en años y desde luego el que más me ha hecho hervir la sangre desde Enmienda XIII de Ava DuVernay. Luis López Carrasco erige un monumento comprometido y valiente a la clase obrera, acaso el mejor de lo que va de siglo y que es cine con un pie en el pasado, sí, pero sobre todo con la vista puesta en el futuro. El visionado de El año del descubrimiento debería encender la llama del desencanto útil: cuando no nos queda nada que perder, ¿por qué no luchar?

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