Yo resumiría El ilusionista como una correcta cinta de época que gana muchos puntos gracias al tándem interpretativo formado por Edward Norton y Paul Giamatti, dos de los mejores actores hoy en día. Sin ellos, El ilusionista hubiera pasado sin pena ni gloria; sin embargo, la opinión generalizada apunta hacia un film que se ve y se recuerda con agrado, a pesar de que, si lo analizamos a fondo, de original tiene poco y huele más a folletín que otra cosa.
Yo he picado. También me he dejado llevar por la magia de la película, nunca mejor dicho. El ilusionista tiene muchos puntos fuertes: una magnífica ambientación, una dirección sugerente en ciertos tramos de la historia, y una gran banda sonora a cargo de Philip Glass. Y a eso le añadimos el plus de los actores. Por el contrario, le restamos algún bache en el desarrollo de la historia, la intermitente sensación de culebrón y la plana interpretación de Rufus Sewell.
Nos queda una bonita película, con todo a favor para encandilar al público sin parecer un sacacuartos burdo y tonto. Es una buena película, con un aire clásico muy atractivo.