Todos los años, una pequeña película independiente se cuela en la quiniela de los Oscar. Este último año sorprendió la última película de David O. Russell, El lado bueno de las cosas, que se hizo nada más y nada menos con una nominación para todos los actores, tanto principales (Bradley Cooper y Jennifer Lawrence) como secundarios (Robert De Niro y Jacki Weaver). Finalmente el Oscar fue para el más joven de ellos, Jennifer Lawrence, pero justo es reconocer que el reparto es lo mejor, sin duda, de esta película.
Los tres actos del film son dispares. No puedo afirmar rotundamente que El lado bueno de las cosas sea una película, aunque tal vez en su asimetría, en sus vaivenes resida su atractivo, al igual que ocurre con los personajes. El caso es que el primer acto es un poco titubeante, te descolocan los diálogos casi atropellados, tan realistas que a veces cuesta seguirlos, y los personajes aún no despliegan sus encantos. El segundo acto, tras la entrada de Lawrence, es lo mejor, con unos personajes realmente cautivadores, interpretados en estado de gracia por un Bradley Cooper llamado a ser muy grande, una Jennifer Lawrence con una cantidad de registros espectacular, una Jacki Weaver sólida y un Robert De Niro que por fin deja atrás el piloto automático de la última década e interpreta a un personaje muy curioso y lleno de matices. El que no pueda puntuar más alto a esta película es por culpa del tercer acto, que, aunque bien ejecutado y entretenido, no evita tópicos y resuelve de manera simplona y predecible.
A pesar de ello, me reafirmo en que esa asimetría, esa narración con múltiples aristas es uno de los encantos de El lado bueno de las cosas. Es una película donde de verdad lo importante son los personajes, sus motivaciones, sus metas y sus problemas. Para ello, David O. Russell no podría haber encontrado un cast mejor. Eso sí es de diez.
El lado bueno de las cosas es una gran película. Tal vez no sea perfecta, pero sabe cómo gustar al gran público ofreciendo personajes y situaciones diferentes. Encuadrarla en el género de comedia romántica es hacerle un flaco favor a este nuevo triunfo del ingenioso David O. Russell.