Continuando con este nefasto verano de terceras partes, aquí tenemos otro ejemplo de por qué no se debe alargar un producto hasta que no da más de si, incitando al espectador que había disfrutado con las dos partes anteriores a la depresión más profunda por tanto afán de hacer caja, aún llevándose por delante lo construído hasta ahora.

La acidez ha sido reemplazada por la corrección y la contención, y al lavado de cerebro es a lo que parece invitar tanta moralidad adoctrinadora camuflada y momento telenovelesco que contiene, en los que no se duda en citar padres, hijos, embarazos... que no encajan nada con el tono desenfadado y ácido de las aventuras anteriores del ogro y que sirven esta vez para rellenar un guión que más que flojear está directamente falto de interés, lo que lleva al aburrimiento tras ver que los momentos memorables no llegan.

Si acaso, algún momento, entre los que destacan los de las princesas pijas petardas, con creces lo mejor de la película, nos hará sonreír o reír ligeramente con un poco de suerte, pero en absoluto repetir las carcajadas producidas con las dos partes anteriores con aquellos diálogos, gags y chistes ingeniosos inexistentes en esta tercera pero no última entrega, pues ya está firmado que por lo menos dos más caerán.