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Voto de Xiclotró de partícules:
6
Thriller. Intriga John Taylor acaba de atracar un banco. Herido, y con la policía pisándole los talones, busca un lugar donde esconderse. En un barrio acomodado de Los Ángeles tiene la oportunidad de hacerse pasar por el amigo de una amiga de Warnick Wilson, el perfecto anfitrión.
15 de diciembre de 2016
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Grupos extremadamente cerrados: filólogos antropófagos, grupies heavyatas, acólitos dadaístas, yonkis de la gasolina… Todos nos hemos encontrado, en algún momento u otro, en una fiesta, cena o pseudoevento social en el cual tenemos la sensación de estar completamente fuera de lugar. Desubicados, sin ningún tipo de capacidad (y a veces de voluntad) para poder empatizar con el resto de asistentes.

Chistes sin gracia, conversaciones ininteligibles, comportamientos peculiares, ambientes fríos o hasta hostiles… Son momentos incómodos en los que nunca se sabe muy bien qué hacer ni qué decir. Casos en los que puede resultar vital la aparición de una figura integradora, alguien a medio camino entre tú y ese mundo surrealista. Esta es la figura que magistralmente adopta David Hyde Prierce (el eterno hermano de Frasier) en “El perfecto anfitrión”.

La trama gira entorno a un criminal herido y buscado por la policía que decide refugiarse en una casa donde el anfitrión está preparando una fiesta muy especial que depara más de una sorpresa.

Se trata de una peli con personajes bien elaborados en la que el foco y la atención se centran en la figura de ese gran anfitrión que, con sus tics y sus ocurrencias, va dando cuerpo a una cena de lo más original.

La virtud del film es el desarrollo de ese encuentro: una celebración con atmósfera in crescendo que, partiendo de un formalismo contenido, acaba virando hacia una fiesta cada vez más surrealista y salvaje.

Todo sería más satisfactorio si no fuera porque, cuando la fiesta se acaba, la originalidad y la buena ambientación derivan hacia una resaca difícil de digerir. Podría decirse que a partir de entonces empieza una nueva película en la que el australiano Nick Tomnay (director y guionista) busca sorprender constantemente al espectador rellenando el argumento de giros cada vez más estrambóticos y desacertados que por momentos parecen olvidarse de tener coherencia con lo que hemos visto antes. Al final, pues, todo se convierte en un juego de espías en el que la reiteración del «eso no te lo esperabas» lastra la buena propuesta planteada inicialmente y crea importantes lagunas en un argumento que hasta entonces era bastante convincente.

El desenlace, con un punto irónico, al menos deja un sabor de boca más agradable, pero no logra disipar la sensación de desaprovechamiento de unas ideas y un planteamiento que podrían haber dado mucho más de sí.

Entonces, a falta de un gran anfitrión como el de la peli, si alguna vez os encontráis con actos sociales de ese tipo, podéis optar por varias opciones: desinhibiros con alguna copa de más, quedaros tan inmóviles como podáis, llevar siempre la contraria desde el más absoluto desconocimiento… Todo vale y nada funciona, más o menos como pasa en el último tramo del film.


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Xiclotró de partícules
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