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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Voto de Jean Ra:
8
Comedia La directora de moda Hélène Birk debe encontrar la fórmula para inspirar a la diseñadora Alicia Ricosi. (FILMAFFINITY)
27 de diciembre de 2020
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En verdad esta misma historia podría discurrir por el mundo del cine, la televisión, el teatro o cualquier otra disciplina dónde se deba perfilar las apariencias para transmitir sensaciones, ideas, emociones. Pero trata sobre el mundo de la moda, centrándose en la historia de cómo los devaneos sentimentales de la talentosa Alicia Ricosi, que trastornan las vidas de otros tres personajes. Se nos presenta a Alicia como una mente preclara del diseño de modas, una artista capaz de mover millones gracias a su trabajo. Entorno a ella se reúne un círculo de rémoras que, directa o indirectamente, viven de los dividendos que ella genera. Su método creativo no es en absoluto regulado y planificado, su don sólo surge cuando ella se siente inspirada por un hombre. La historia arranca cuando Alicia es abandonada por su última inspiración, dejándola en la bancarrota emocional. Alan, el director de la empresa, se cree ya en la bancarrota económica.

Pero en realidad Alicia es un catalizador para la principal historia de "Chic!", la que surge tras el choque de trenes que se produce entre la insufrible Hélène y el displicente Julien, quien es la única persona en la órbita de Alicia que también posee un don propio, una pasión de la que vive: la jardinería. O el paisajismo como él lo llama para darle un poco más de relumbre. Cuando por casualidad los caminos de Julien y Alicia se cruzan, Alicia cree que ha recuperado su don. La historia sin duda juega con la noción del estridente contraste surgido cuando oponemos el refinado y pomposo mundo de Alicia con el de Julien, proletario y enfáticamente desaliñado. Pero el guion está bien fundamentado y no sólo se sirve de este vistoso contraste para crear efecto, además nos transmite que la caprichosa Alicia reconoce en Julien a alguien igualmente apasionado por su oficio y es eso lo que ofrece un soplo de aire fresco gracias al cual regresa a su cauce creativo. Y el despótico Alan respira más tranquilo.

Cuando Julien se ve arrastrado al oneroso mundo de Alicia, debe medir sus armas con la repelente Hélène, directora del proyecto y paradigma del parisino altivo y petulante. La interpretación de Marina Hands resulta decisiva para humanizar a un personaje odioso que progresivamente va desgastando su coraza de acritud para alcanzar una faz más amable y vulnerable. Si bien el guion ya especifica que se trata de un personaje que se construyó a sí misma para ocupar ese importante cargo, que aprendió a defenderse en un mundo hostil, sólo gracias a la matizada gestualidad de Hands nos resulta comprensible y cuando rebaja su toxicidad, su humanización resulta igualmente sobria, contenida y por consiguiente conmovedora.

Por lo visto esta película nos ha gustado a poca gente. Puede que no se haya captado las sutilezas en la conducta de los personajes, que no convenza la progresión dramática o qué exactamente, pero personalmente a mí me pareció que los personajes están maravillosamente perfilados e interpretados. La historia toma un camino que no esperaba, pues suponía que se iba a centrar principalmente en la historia entre Julien y Alicia, y crea situaciones que cuentan con el punto exacto de exageración, no en vano estamos frente a una cinta comercial, que principalmente pretende entretener al espectador; sólo que también aborda una sátira del mundo de la moda que a mí me resultó graciosamente jocosa y divertida, mostrándonos de forma convincente un mundo repleto de mezquindad y fatuidad, una troupe de gente que adora al becerro de oro; un ídolo cuya principal virtud es hacer correr ríos de billetes, da igual el cómo.

En ese sentido, el personaje de Alan resulta enormemente hilarante. Despótico con sus empleados y sumiso con Alicia, su máquina de hacer dinero. Cuando ella le dice que él es un mierda seca, él le responde que él será la mierda que ella desee. Cómo me reí.

Soy consciente que no estamos frente a la panacea cinematográfica, pero ya hemos alcanzado un punto en el que la opinión ajena simplemente resuena de fondo y si ves una película, la que sea, y pasas un rato estupendo, entonces poco importa que en el transcurso no se haya venerado las sagradas leyes de la estética deleuzianas, barthianas, baudrillaranas o lo que sea. La inmortalidad es para las estatuas, nosotros somos de carne y hueso y habitamos el presente.
Jean Ra
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