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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Voto de Jean Ra:
7
Drama. Thriller La esposa de un hombre que está muy enfermo busca que se le aplique a su marido un tratamiento recomendado por un médico, pero la aseguradora de la que es socia rehúsa pagarlo. (FILMAFFINITY)
21 de octubre de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si quieren que una sociedad saque lo mejor de sí misma y funcione en su mejor versión basta con proporcionar libertad económica a los emprendedores, a los más atentos y preparados, que buscarán la forma de ofertar el mejor producto por tal de ganarse el favor del público. Tan pronto bajen la calidad y olviden las necesidades de los consumidores, estos le darán la espalda y consecuentemente tropezarán y se derrumbarán como un castillo de naipes. Eso nos dice el credo predicado por las luminarias del libre comercio. Hay que admitir que esa premisa no da malos resultados cuando se aplica en el campo de productos para el ocio, los accesorios y complementos para sencillamente alegrarse el día.

Pero cuando ese mismo credo se aplica al de las necesidades y se mercantiliza con las viviendas o la sanidad, se especula con los servicios tales como los controles de seguridad de los aeropuertos, descubrimos que la cosa cambia dramáticamente, pues se deja al usuario en un estado de enorme vulnerabilidad. Porque la primera prioridad de una empresa es el beneficio, no procurar bienestar, y para ello debe reducir todos los gastos posibles. Da igual si hablamos del abaratamiento de los costes de producción, bajar la cifra de los gastos en el personal o la reducción de pérdidas, la visión del balance contable primará por encima de la necesidad que originó la empresa. Si una ventaja tiene Europa sobre el resto de zonas mundiales es la sanidad pública, que sin duda tiene sus pegas y problemas, pero cubre aquello que es esencial. Cualquiera que no esté satisfecho siempre puede optar por la clínica privada, que por cierto te derivará a la pública si tu problema es especialmente grave. Si a esa ecuación añades a las aseguradoras, el cóctel es mortal.

Esa es justamente la premisa de este "Un monstruo de mil cabezas", cuya protagonista se encuentra en un asfixiante laberinto dónde los escalafones inferiores tienen la obligación de escatimar, jugar al despiste y hacer una criba seria de los clientes que solicitan servicios para reducirlos a la mínima expresión y engordar las cuentas corrientes de los escalafones superiores. La empresa privada intenta reducir sus gastos buscando fórmulas para minimizar el dinero que paga en las pólizas, por eso se inventa fórmulas diabólicas como una prima por porcentaje de pólizas rechazadas. Cuanto más clientes se den por vencidos, mejor para el trabajador, que saldrá más rico. Su beneficio es la ruina de otros. Terrible. En el fondo lo que se pide es que el cliente se resigne, vaya a un rincón y se pudra en silencio. Si hay algún disparatado dispuesto a rebelarse tiene la vía de la demanda, proceso kafkiano que exige dinero y mucho tiempo que absorberá sus energías y al final tampoco garantiza su satisfacción. Total, que muchos desisten y se resignan. No es el caso de Sonia Bonet, cuyo reloj ha entrado en una dolorosa cuenta atrás y se halla en una situación desesperada.

La habilidad de esta narración es dramatizar una fantasía muy frecuente, la de la acción directa contra los esquivos sistemas piramidales. Plá no se deja tentar por el efectismo y expone la situación del personaje con una objetividad honesta y precisa. Un relato condensado en el que los personajes van formándose sobre la marcha y que suponen un veraz reflejo de la siniestra cadena de mando que supone una empresa, dónde ninguna de las partes parece tener el poder de realizar un gesto humano y generoso. Si contemplas las partes por separado resulta comprensible, conforme asciendes y conjuntas secciones, cada vez resulta más irracional y el monstruo resulta más difícil de domar. Un mecanismo narrativo sumamente astuto que superpone dos capas temporales y realiza múltiples saltos en el punto de vista narrativo para crear cierto efecto de distanciamiento, que también añade cierta noción de absurdo a ese enfrentamiento drástico y directo que emprende Sonia, con el que no poca gente hemos fantaseado en algún momento de desesperación, pero que parece inasequible e imposible... si no es en la imaginación o la ficción. A pesar de todo, esta ficción nos recuerda algo elemental: la sociedad es especialmente atenta y cuidadosa con sus capas más altas y si te da por morderlas, date por chingado.
Jean Ra
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