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Voto de harryhausenn:
7
Drama A Earl Stone (Eastwood), un octogenario que está en quiebra, solo, y que se enfrenta a la ejecución hipotecaria de su negocio, se le ofrece un trabajo aparentemente facil: sólo requiere conducir. Pero, sin saberlo, Earl se convirte en traficante de drogas para un cártel mexicano, y pasa a estar bajo el radar del agente de la DEA Colin Bates (Cooper).
6 de marzo de 2019
110 de 127 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una escena de Mula, Clint Eastwood se para en una carretera a ayudar a una familia que no sabe cambiar una rueda. Mientras les echa una mano, hace una broma con un insulto racial sin medir las consecuencias. La familia le corrige educamente al instante y él sigue sonriendo como si no hubiera ocurrido nada. Esta escena, chocante por la incomodidad que genera, resume a la perfección el fondo de la nueva película de Eastwood: un hombre conservador de noventa años en el mundo actual que se pone a sí mismo en tela de juicio.

Eastwood siempre ha sido la imagen más representativa del tipo duro en Hollywood. Pese a siempre haber contado con una sensibilidad asombrosa para el drama y ser capaz de asimilar los dilemas morales de los guiones para convertirlos en películas, a veces la caricatura del personaje ha invadido su propia figura. Sobre todo estos últimos años, Eastwood está considerado como un tipo de otra época: un hombre blanco con privilegios que estallaba en cólera contra Obama y contra el lenguaje inclusivo. Salidas de tono capaces de enturbiar la imagen que tenemos de un director que ya ha demostrado en varias ocasiones su empatía y su humanidad.

Humanidad, precisamente, es una palabra clave al analizar Mula. La película empieza a principios del nuevo milenio. En una convención botánica vemos a Eastwood presentar sus flores que sólo duran un día. Al mismo tiempo, ve cómo un comercial muestra a los asistentes cómo funciona la venta por internet. Quince años después, el mismo jardinero de casi noventa años, cesa su negocio por la pérdida de clientes que ahora compran online. Un problema de actualidad que Eastwood denuncia como cineasta, contrariamente a la alta política americana.

Pero no termina ahí el asunto. El protagonista es un tipo antipático. Un hombre que no va a la boda de su hija para poder asistir a un concurso de jardinería. Lejos queda el Eastwood heroico de Leone y de Harry el sucio. En Mula el protagonista es un hombre imperfecto, con grandes defectos, para nada alguien digno de admiración y por ello, humano. Además, es un tipo que se convierte en traficante para poder sobrevivir. Pese a que el primer trayecto es narrado con gran tensión, dado que la policía nunca va a parar a un hombre blanco de noventa años para abrirle el maletero, el hombre enseguida le coge el gusto al trabajo que se convertirá en un placer más que en una necesidad. Su ética, por tanto, tampoco se la puede considerar intachable.

Pese a todo, acabamos demostrando simpatía y comprensión por el anciano, por increíble que parezca. Se trata de un rebelde en nuestro mundo automatizado. Va a su ritmo, sigue sus caminos, no obedece ningún patrón meditado. Traficantes y policía siguen esquemas como autómatas y rutas predecibles fáciles de interceptar, pero no nuestro antihéroe. Él es capaz de desviarse de la autopista para comer en un diner de un pueblo remoto. Puede tardar días en finalizar el encargo por haber seguido sendas antiguas que atraviesan pequeñas ciudades. Es un hombre de otra época que no encaja en la actualidad, pero también un nómada libre de la locura del nuevo milenio. Al igual que el Eastwood director, que nos muestra unos Estados Unidos que conoce pero que también cambian, con la violencia policial y el racismo en aumento.

Este acercamiento a la cuestión humana no es nada nuevo en los últimos trabajos del cineasta. En banderas de nuestros padres ya analizaba el sufrimiento tras la imagen del héroe, pero donde mejor ha sabido abordar este tema ha sido Sully. La historia real del piloto que realizó un aterrizaje forzoso en el Hudson sin cobrarse una sola víctima. Eastwood, más que elevar la figura del prodigioso aviador, decidió centrarse en el posterior juicio al que fue sometido. La compañía demandó al piloto por no volver al aeropuerto tras la avería. Efectivamente, en el juicio, tres equipos de pilotos distintos al frente de un simulador de vuelo que recrea el accidente son capaces de volver a tres aeropuertos distintos. Sin embargo, Sully se defiende de la mejor manera: el factor humano. Treinta segundos de pánico e indecisión que una persona puede sufrir ante una urgencia. Es entonces cuando los tres simuladores fallan por falta de tiempo y se estrellan.

En un mundo cada vez más automatizado, el factor humano cuenta. Sobre todo en el cine.

hommecinema.blogspot.com
harryhausenn
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